Texto & entrevista: Fernando Roqueta & Emiliano Volpi / Fotografías: Marcos Basanta
Aprovechando el inicio de su gira española este pasado sábado 17 en Denia, con más de 3 millones de escuchas de su disco “El Camino de los Vientos” en plataformas digitales, es el momento oportuno para rescatar esta entrevista al chelista francés Matthieu Saglio con el que tuvimos la suerte de conversar, pocas horas antes del concierto que ofreció en la Sala de Columnas del Circulo de Bellas Artes el pasado mes de noviembre, enmarcado dentro de la programación del Festival Internacional de Jazz de Madrid 2020.
¿Por qué elegiste el violonchelo? ¿Cuál ha sido el motivo, habiéndote formado en el conservatorio de música de Rennes volcar esa formación hacia las músicas del mundo y el jazz?
El violonchelo fue una casualidad total, porque de pequeño, mis padres notaron enseguida que me atraía mucho la música.
¿Cómo lo notaron?
Pues porque siempre hacía como que tocaba, o cantaba.
¿Tus padres no se dedicaban a la música? ¿No disponían de instrumentos en casa?
No, pero a veces simulaba que tocaba el piano sentado a una mesa, o lo que fuese. Entonces pensaron. “a este muchacho hay que orientarlo hacia la música”. Una de mis tías tocaba la flauta travesera y, de pequeño, con ocho años la idea era esa. Pero en el conservatorio dijeron que había que esperar un año porque las manos eran demasiado pequeñas para empezar con la flauta. Entonces, era esperar un año o elegir otro instrumento. Fuimos a una presentación de los instrumentos que se enseñaban en el conservatorio, y el profesor de violonchelo era un hombre muy mayor que se iba a jubilar pero que le cayó en gracia a mis padres. Fue una casualidad, y me alegro un montón, pues me encanta que haya sido el chelo.
¿Entonces no se jubiló para darte clases?
Si, así fue. Empecé las clases en Normandía y luego nos trasladamos a Rennes donde estudié la carrera de clásico. Cuando acabe la carrera en el conservatorio, también acabe bachiller, me puse a estudiar ingeniero agrónomo pero seguí siempre con los estudios de chelo y ahí fue cuando empecé a hacer otra cosa que solo fuese clásico. Descubrí un poco de jazz con un profe de inglés que era pianista de jazz.
¿Mientras estudiabas agrónomo?
Si, cuando estaba en los dos años de preparación previos para el acceso en la escuela de agrónomo. Allí montamos un grupo de jazz con algunos colegas. Nuestros primeros pasos en improvisación y otras cosas. Cuando me instalé en Valencia, montamos lo de Jerez-Texas que era más jazz-flamenco.
¿Siempre con el violonchelo?
Siempre con el violonchelo.
el violonchelo no es habitual en el jazz.
No, y por esa razón me parece apasionante ese instrumento: Esta todo por hacer. Si tocas el piano o el saxófono siempre tienes algún referente a tu alcance. En cambio, no es el caso del chelo. En los últimos diez años han surgido violonchelistas que han ido abriendo el chelo hacia otros horizontes musicales.
¿Viniendo también del mundo clásico?
Si, porque realmente todos empiezan con una formación clásica. Pero ahora sí que se ven y se escuchan chelos haciendo cosas interesantes fuera del ámbito clásico. Pero a mí siempre me ha gustado eso, buscar mi camino. Yo no podría tener como modelo otros chelistas, siempre ha sido inspirándome en otros instrumentistas y llevándolo un poco a mi manera de tocar, por ejemplo, la guitarra flamenca haciendo acordes o cosas.
¿Qué te ha llevado a dejar agronomía para volcarte en la música?
Porque realmente tenía un pie en cada cosa hasta el momento más tardío. Cuando acabé la carrera, tuve que cumplir un año más de servicio civil en Francia. Cuando volví a Valencia mi mujer empezó a trabajar y yo hice otros seis meses de máster de agronomía que a la vez me permitía hacer cada vez más música. Luego llegué a trabajar un mes como ingeniero agrónomo y decidí dedicarme cada vez más a la música. Pero para mí era un poco como una sorpresa tomar esta decisión y cuando se lo dije a mis padres y mis hermanos, todo fue como “pues claro”. No fue ninguna sorpresa para ellos.
En 2002 en Valencia tuvo lugar el encuentro con Ricardo Esteve, con el que constituyes el grupo Jerez-Texas junto a Jesús Gimeno. ¿Por qué el nombre de Jerez-Texas?
Es un guiño a la película París-Texas de Wim Wenders. Cambiamos París por Jerez, por ser la cuna del flamenco. Pero como dice Ricardo siempre “ni de Jerez, ni de Texas”. Ese encuentro fue muy decisivo para mí. Ricardo es un poco como si fuera mi padrino musical, el que me introdujo en el circuito y tomé la decisión de ser músico profesional. Cuando ya llevábamos un tiempo tocando juntos, recuerdo perfectamente que me dijo algo así como “yo creo que la música se merece un oportunidad”. (Risas).
¿Fue decisivo el encuentro con Ricardo Esteve, formar el grupo Jerez-Texas, adentrarte en terrenos musicales de inspiración más oriental o mediterránea y vincularte con otros músicos de distintas partes del mundo, verdad?
Si es que realmente, con Jerez-Texas empezamos a tocar juntos y enseguida empezamos a hacer muchos conciertos, grabar un disco. Eso fue la forma natural de entrar, de decir, bueno pues voy a darle más tiempo, más oportunidad a esto, y eso fue la manera de dedicarme a la música como profesional. Luego ya enseguida empecé a colaborar con más gente también, porque siempre me parece importante tener varios proyectos en marcha. Me parece enriquecedor eso, trabajar con gente de distintos ámbitos, formas de ser, culturas. A mí eso me parece genial, porque nos une la música y a veces estas con gente distinta, no?.
¿Cómo llegas a contactar con ellos, ¿cómo fue el primer encuentro?
Es la casualidad de los encuentros. Yo realmente nunca he planeado la carrera, diciendo ahora voy hacer un proyecto de tal o ahora voy a hacer un proyecto de cual y luego rellenar las casillas de haber a quién llamo. No, al revés, es el encuentro, “conectas” con alguien, y entonces luego da un poco igual lo que toque, cante y en qué idioma. con ese quiero hacer música. Pues de ahí nace algo. Entonces, siempre es un poco la casualidad de encuentros y de conexión humana, luego partir de ahí ya la música surge sola.
¿Has tenido ocasión de tocar en el festival “La Mar de Músicas” en Cartagena?
No, pero me encantaría (Risas). He estado viendo muchos conciertos ahí. Por ejemplo, Nils Petter Molvaer, el trompetista noruego que aparece en el disco y que llevo escuchando hace más de veinte años. Lo programaron hace unos años y recuerdo que fuimos expresamente para verlo tocar delante de las ruinas de la antigua catedral. Me encantó.
Haciendo un poco un repaso, has integrado el grupo de música sefardí Aman-Aman.
Fue cuando empecé a hacer cosas de música mediterránea, con los cuartos de tonos árabes. En ese grupo había un músico marroquí llamado Fathi Ben Yakoub, un violinista con el que montamos un proyecto en el que estuvimos trabajando muchos años juntos.
Han grabado el disco en 2009.
Eso es, en ese momento giramos mucho juntos. Con él aprendí mucha música árabe, técnicas de cuerda.
Ha sido de influencia para volcarte también, por ejemplo, grabaste tu disco “Cello Solo”, junto con Emilio Garrido, él hace una reseña de tu último disco “El Camino de los vientos”.
El tenía un programa en Radio 3 que se llamaba “La mañana de Ulises”, entonces yo había preparado ese disco “Cello Solo” que era todo chelo con un sampler y tal, y tenía la idea de poder hacer un directo sin pausa sin aplausos y buscaba una manera de poder enlazar todo. Ahí fue cuando pensé “¿por qué no le propongo a Emilio?” Había conectado con él en las entrevistas y tiene ese vozarrón espectacular. Entonces le dije, “¿tú te liarías a hacer unos textos para este proyecto?” Pensó que solo serian unos textos cortos, pero entonces le invité a actuar en directo conmigo (Risas). Coincidió que acababa de dejar el programa y Radio 3 y le encantó la experiencia. Vivimos buenos momentos juntos.
Con los textos de su novela “aires de fuga”, verdad?
Si
Todo este recorrido te lleva a formar el grupo Diouke, junto al cantante y korista senegalés Abdoulaye N’Diaye.
Te voy a contar una anécdota. Él también está en el disco, es de los amigos de toda la vida. Yo tenía claro que tenía que estar en este disco, y en aquella época yo soñaba con tocar con el acompañamiento de la kora, me encanta ese instrumento. Un día mi mujer volviendo de un paseo, me dice “Matt, acabo de ver a uno que toca la kora, que hago?” le digo, habla con él y pídele el teléfono! (Risas). Y así fue. Abdoulaye acababa de llegar a Valencia, apenas hablaba castellano, quedamos en mi casa, tenía la kora totalmente desafinada y durante cuatro horas no tocamos. La kora es un instrumento muy difícil de afinar. Pero ese primer encuentro lo recordamos siempre.
También participa en un tema titulado “Metit”, la traducción en wolof de “dolor”, de “sufrimiento”. Le pregunté a un vecino senegalés: “Omar, tengo aquí un tema que está en wolof y es de un korista”
¿Le gustó?
Le encantó, emocionado por el significado de la letra que es de Abdoulaye. Preparé la base de ese tema y quería que cantara él. Mi única indicación que que me gustaría que hablara de la temática de toda esa gente que cruza el mar y arriesga su vida por venir a buscar algo mejor en Europa. De ahí el título. El dolor del continente africano. Ahora mismo, en estos días que son dramáticos ahí en Canarias, a mí me emociona oír ese tema, sabes, en homenaje a todas esas personas.
En ese tema, participan tus hijos ¿Cuántos años tienen?
14, 11 y 8.
¿Y los tres participan en ese tema?
En el coro. La idea era que hubiese un coro de niños en el estribillo de la canción y entonces se me ocurrió la idea de grabar a mis hijos. Lo probamos en casa y fue muy bonito. Me ilusiona que estén ahí porque son mis niños y también por ese recuerdo de la infancia de haber grabado ahí. Además me parece mágico pensar que, esas voces van a desaparecer. De hecho la del mayor, está mudando y ya no tiene esa vocecilla. Se acabó. Además si te imaginas el tema, ese gigantón de dos metros, todo musculoso, con las tres vocecillas, una imagen muy bonita, cariñosa. (Risas)
Siguiendo ese recorrido, en 2014 se publica el álbum “Résonance”.
Si, un proyecto con un guitarrista belga y un contratenor francés. Tambien se puede escuchar el violín de Léo Ullmann. A Léo lo conocí con ese proyecto y desde entonce seguimos trabajando juntos.
Grabaron juntos el disco “Illuminations”, en 2019…
Con el percusionista Bijan Chemirani. La conexión fue inmediata.
En 2015 grabas el disco “Ahlam”, con la chelista franco-argelina Nesrine Belmokh. Un proyecto en el que se puede oír esa búsqueda oriental, ¿verdad?
Si, con Nes también fue una casualidad. Yo conocía al percusionista, David Gadea, por haber trabajado juntos en Diouke. Hablé con David para montar un proyecto entre los dos, y me dijo “molaría una cantante”. Yo no conocía a ninguna. Entonces me contesto “yo creo que hay una que te va a gustar”. Y resulta que Nesrine era vecina de mi barrio, vivía a dos calles pero no la conocía, solo de nombre, sabía que estaba por ahí pero nunca habíamos coincidido. Fue casualidad que entrara como cantante porque era chelista en la ópera de Valencia. Montamos ese proyecto, giramos muchísimo, sacamos el disco con el sello alemán ACT, estuvimos cinco años trabajando mucho, fue una aventura muy bonita. Pasado un tiempo cada uno decidimos seguir caminos distintos. Fue entonces cuando me metí en la aventura de este último disco y el proyecto de Nes ahora se llama Nesrine.
Entre enero y febrero de 2019 grabaste “El Camino de los Vientos” pero solo se llegó a publicar en abril 2020. ¿Porque tardo tanto en ver la luz y que significado encierra el título?
Lo del título es una imagen bonita y me gustaba la idea. Nunca he planeado un proyecto ni he planeado que voy hacer. Entonces todo puede parecer un poco desordenado pero si miras hacia atrás existe una lógica que es un todo hacia un mismo camino. Y “El camino de los vientos” son los vientos como algo impredecible que te va a llevar hacia un lado u otro. Se refiere a unos vientos creativos, esos encuentros con la gente, esos vientos, esa imagen.
¿Cómo tardaste tanto en publicarlo?
Entre que grabas, graba el resto de la gente, vuelves a recoger todo, mezclar, masterizar, tardas mucho tiempo. Luego buscas como lo vas a sacar, el sello, se tardó bastante. Cuando confirme que se podía publicar con el sello ACT, ellos también tenían su timming porque ya tenían referencias programadas. Entonces me dijeron que tendrá que ser en abril, el 24. Mi cumpleaños es el 25, pensé que era una señal. (Risas). Cuando llego lo del Covid me preguntaron si retrasábamos todo o lo cancelábamos. Contesté que no, que se publicaria, y fue muy guay porque en medio de ese momento en el que no pasaba nada bueno, llego la noticia de un nuevo disco.
El punto en ese disco fue “¿Que hago ahora con un disco donde aparecen 11 invitados?”, algunos con nombres reconocidos. Era imposible llamar a todos para una gira. De ahí surgió la idea de montar este cuarteto con Steve Shehan en la percusión, con Léo Ullmann al violín y me faltaba un cuarto elemento. En ese momento fue cuando llamé a Christian Belhomme que es pianista. La conexión fue como, “¡ostia!”, este sí que es un pianista excelente. Christian fue la conjunción entre el sonido más clásico y el sonido más moderno, más jazz.
2 comentarios en «Matthieu Saglio: los mil sonidos de los vientos»
Admiro a todos los músicos del mundo porque entiendo que no es tan fácil llegar a ser un buen músico, Matthieu me encanta porque el violonchelo me llega al alma, bueno todos lo sonidos hasta el cantar de los pájaros si son armónicos!
Le deseo triunfe en la vida y en la música pues no es tan facil!
Muchas gracias por la entrevista, es bueno saber de esos que nos acompañan con su arte, el arte es sublime y todos somos artistas a nuestra manera!
Felicitaciones a todos!
Muchas gracias Carmen por tu mensaje. Es bueno sentir el apoyo de la gente que nos sigue la pista en esta maravillosa aventura de ser músico :-))