Texto: Federico Ocaña
Tres lecciones. Eso fue todo lo que necesitó aquel crío de Pittsburgh para aprender a moverse por el teclado. Años después alguien lo describiría como “el hombre para quien fue inventado el piano”. El profesor que acudió al domicilio familiar de los Garner devolvió el dinero al término de la tercera sesión: el pequeño Erroll Garner había conseguido memorizar y reproducir a la primera la canción con la que quería que despegara su educación artística. Pittsburgh, la ciudad que vio nacer a Garner y que fue testigo de sus primeros pasos en la música, fue también la cuna de Ray Brown, Paul Chambers, Ahmad Jamal, Ray Crawford, Roy Eldridge, Kenny Clarke, Art Blakey, George Benson, en una interminable lista que invita a pensar en cierta predestinación. Pero no se trata de nada de eso. En toda carrera artística hay luces -inevitablemente algunas estarán sobre el escenario-, y hay también sombras, algunas entre bambalinas y otras fuera de las salas de conciertos.
El documental “Misty: The Erroll Garner Story”, del director franco-suizo Georges Gachot, nos acerca al genio y a la figura, al músico y al amigo, al artista y al hombre familiar que fue Erroll Garner. El filme se estrenará oficialmente en enero, pero ha podido verse antes en Barcelona y en internet, en el marco del Festival In-Edit. Este festival tuvo lugar durante los meses de octubre y noviembre del pasado año en Barcelona. Cuenta con más de 20 años de antigüedad y presencia en países como Alemania, Países Bajos, Grecia, Chile, Brasil, México, Perú, Colombia y Argentina y su particularidad consiste en que dedica su programación en exclusiva a la exhibición de documentales musicales y ha contado además este año con la colaboración de CaixaForum+. Esto ha permitido que gran número de espectadores pudieran no sólo acudir a las proyecciones, sino también el visionado de un número considerable de documentales en streaming a través de la citada plataforma. Entre estos documentales cabe citar los dos dedicados al género jazzístico, “Ornette Coleman: Made In America” (1984), de Shirley Clarke, y el propio “Misty: The Erroll Garner Story”, dentro de lo que ha supuesto la gira de presentación de esta película (que asimismo ha incluido pre-estrenos y charlas en festivales como el Golden Prague, DOK.fest de Múnich o el Film Festival Cologne).
La película queda planteada, a la manera de “El desencanto” de Jaime Chávarri, como una especie de revisión del “mito Garner” a partir de su lado más humano, más errático y descarnado: manipulado quizá, utilizado por su representante Martha Glaser, renunció a la paternidad de su hija Kim Garner (emociona asistir al reencuentro con los músicos de su padre, a quienes perdió de vista siendo niña), la primera gran aparición del documental. El espectador, informado a duras penas de la vida privada del pianista, debe plantearse si el genio musical surgió a partir de una personalidad infantil y juguetona que rechazaba el compromiso familiar -desde luego Garner queda como un personaje cariñoso, pero con una feliz ingenuidad rayana en la pesadumbre-, o si aprovecharon su genio para manejarlo como un títere de gira en gira. Probablemente las dos hipótesis sean ciertas. Glaser, a pesar de algunos testimonios que destacan su valía como representante, por ejemplo el de Dan Mogernstern, aparece como un personaje posesivo para con el pianista, oscuro y amenazador para su familia (la segunda pareja de Garner, Rosalyn Noisette, apenas consiguió dirigirle la palabra en una ocasión y por vía telefónica), y antipático con los sidemen (celosa de sus declaraciones al extremo de prohibir que mantuvieran ningún contacto con la prensa, preocupada por la calidad de sus interpretaciones hasta rozar la grosería).
Pero una película como esta no puede ser solo un ajuste de cuentas. Si de algo nos sirve también es para intentar entender a Garner, que hizo de un intervalo de tercera menor y uno de cuarta descendentes, en un arpegio mayor con séptima, una melodía melancólica y “brumosa” y con ella pasó a la historia como uno de los músicos de jazz más exitosos de todos los tiempos. Y entenderle es seguirle como le seguían sus músicos, sobre la marcha. Vemos a Garner recorrer tiendas de discos buscando inspiración y técnica; no sabía leer partituras y dependía de escuchar grabaciones de otros para aprender de Chopin, Debussy, Ellington, Fats Waller, Charlie Parker. Se inspiraba, en efecto, en todos ellos, pero hasta el momento de sentarse ante las teclas el programa era una incógnita: “Erroll Garner. 1ª parte. 2ª parte”. Y cuando arrancaba la interpretación, se confirmaba: la libertad era absoluta. Jimmie Smith a la batería y Ernest McCarty al bajo lo acompañaron durante años y aún vemos el sudor que recorre sus rostros en sendas entrevistas o cuando Garner les sonríe al comienzo de los conciertos con una mirada cómplice que parece querer decir: “Simplemente dedicaos a seguirme”. Y así fue. De standard en standard, de improvisación en improvisación, de país en país (incluyendo una fatídica gira por Yugoslavia en la que la diplomacia estadounidense, con un desprecio que debemos suponer casi racista, dejó tirados a los músicos).
Gracias a las grabaciones de la televisión de la época y a las grabaciones amateur de Jim Doran y Brian Torff disfrutamos de imágenes de esos conciertos y cortes inéditos, como ese en el que a un camarero -escuchamos en una cinta- se le escurre la comanda con gran estrépito y Garner continúa tocando, simpático y sensible.
En 1972 Clint Eastwood eligió como hilo conductor de su debut como director “Play Misty for Me”. La trama, sencilla y sugerente, transcurre en California, donde el locutor radiofónico Dave Garver (encarnado por el propio Eastwood) recibe a diario la llamada de una oyente trastornada, obsesionada con él, que le pide que emita “Misty”. El ahora veterano actor y director californiano, con un gusto jazzístico exquisito, pianista como Gachot, pagó una notable cantidad (25000 dólares) para adquirir los derechos de la melodía, y probablemente conocía el trasfondo trágico de su autor. Tanto para quienes no lo conozcan, como para quienes deseen profundizar en él o acompañar a los miembros de su trío en este ejercicio de sana melancolía, “Misty: The Erroll Garner Story” supone una puerta de acceso amena y emotiva.