Por Miguel Valenciano.
NES es el proyecto que reúne a la compositora, cantante y violoncelista de origen argelino, Nesrine Belmokh, el percusionista valenciano David Gadea, y el violoncelista francés Mathieu Saglio. Tal amalgama de procedencias e influencias encuentra su punto de reunión en Valencia, algo difícil de intuir escuchando los 10 cortes que componen este álbum, Ahlam, cuyo significado hace referencia a lo imaginativo e ingenioso.
Los tres músicos reúnen extensas carreras como acompañantes, y esa experiencia ha cristalizado en torno a las composiciones de Belmokh y Saglio (exceptuando los cortes 1 y 5, con lírica escrita por Leïla Guinoun). Ahlam está concebido desde el minimalismo, con sonoridades siempre acústicas que permiten apreciar la madera y pieles de sus instrumentos, acertadísimo acompañamiento para un disco en el que el protagonismo recae en la voz de Nesrine. David Gadea (percusión) construye cálidos entramados rítmicos, con instrumentaciones magistralmente sencillas, cabalgando entre compases cuaternarios y ternarios, tan presentes en cualquier música de raíz africana. Un amplio espectro de timbres percusivos y una interpretación brillante y siempre ajustada a las necesidades de la canción, hacen de Gadea un discreto y perfecto acompañante.
Sobre este elegante andamio, la faceta armónica y melódica es responsabilidad del celo de Nesrine o Saglio, cuyas líneas perfectamente reconocibles dotan de carácter a cada tema, construyendo paisajes desérticos norteafricanos o invitando a un paseo por la urbe francesa. Todo esto carecería de sentido sin la piedra angular del proyecto que, como ya hemos mencionado, es la magnética voz de Nesrine Belmokh. Su trabajado timbre es cálido, dulce y sugerente, pero es capaz de expresar con la misma convicción un enorme abanico de emociones que van desde la nostalgia, el quejido (no flamenco), la redención, el optimismo o la rabia. Más allá de su naturalidad y precisión, el principal valor de Nes es su capacidad para reunir tantas músicas e influencias, manejándose con soltura entre el jazz, el soul, la canción francesa o la música de su país de origen, Argelia. Y todo esto, construyendo un trabajo homogéneo alejado de cualquier tipo de exhibicionismo, haciendo del virtuosismo un vehículo para alcanzar la sencillez y, así, un mensaje redondo y certero.
De esta formación sólo podemos esperar cosas buenas, mientras seguimos escuchando hipnotizados, seducidos, este ingenio que es Ahlam.