Nueva semilla, viejo zurco: Thomas Mitrousis Quartet presenta The Seed

Texto: Miguel Vera-Cifras / Fotografías cortesía de Thomas Mitrousis

Dotado de una sonoridad heterogénea y dúctil, con secuencias que incardinan notas de pop, rock y folk, el  tejido musical del disco The Seed es una urdiembre sólidamente tejida gracias a las transversales fibras del repertorio clásico europeo y los timbres del jazz que aporta cada uno de los integrantes del cuarteto. Un disco con personalidad y fuerza propia, sin duda. Una entrega que lejos de encorsetar los hilos del movimiento sonoro, logra desatar el libre juego de la música que acarrea cada músico al proyecto, con naturalidad, generosidad y gozo mutuo. El músico griego Thomas Mitrousis (1984), guitarrista, compositor y líder del cuarteto, ha señalado que su inspiración viene de diferentes direcciones y estilos, que él abraza “sin culpa”. Acompañado por tres instrumentistas coterráneos y de su misma generación: Dimitris Klonis, a la batería; Paraskevas Kitsos, al doble bajo y Kostas Yaxoglou, al piano (nacidos en 1984, 1978 y 1975, respectivamente), el compositor comparte su domicilio creativo con tal hospitalidad que permite al protagonismo instrumental de sus compañeros de ruta una holgura que se siente, más allá de la cuota de solos que uno tradicionalmente  espera en el jazz. Incluso, ya desde la carátula misma del disco, el mensaje parece ser una invitación a maravillarnos del mundo que habita en lo cotidiano, a extrañarnos y a sorprendernos con las mismas sonoridades que tantas veces hemos frecuentado, transfigurando lo conocido en asombroso encuentro y al cuarto de siempre en portal de luminosos hallazgos.

Mitrousis ha declarado respecto del disco que “el sonido del jazz deriva más de la forma en que estos increíbles músicos tratan el ritmo, los acordes y las improvisaciones, que de las composiciones en sí” [1]. Una disposición que, renunciando al férreo control compositivo, decide recoger los afluentes personales para nutrir el río y flujo del disco. Un gesto autoral que parece haber sido fundamental, a decir por los frutos que escuchamos. Seguimos de este modo el proceso de una generación de músicos que busca mucho más el timbre personal que resuena y vibra entre ellos, por sobre el logro monumental de una arquitectura individual de autor. Toda la geometría y gramática de la música está al servicio de una sonoridad grupal, siendo membrana de una escucha colectiva y una entrega donde el prodigio reside en el don y la singularidad en el clima que se logra como fuente de la creatividad y vitalidad musical.

En lo sonoro, el ostinato (de piano) que abre el primer tema del disco (“Crossing Lines”) adopta una forma congruente con el gesto musical que hemos comentado, con una iteración que no sólo genera expectativas, sino que abre espacios de escucha e interpretación y que se repite por momentos en otros temas de la placa. En tal sentido, The Seed (La semilla) es un disco que logra mantener la atención del oyente de principio a fin, un cautivante y fantástico viaje cuya trama anuncia y nos involucra en lo que nace de su misma invitación. Una empresa no menor, lograda incluso replicando el mismo guiño musical al interior de la propia estructura del disco. Como ocurre antes del tema Quinta, cuando que se presenta un track con una introducción que endilga orgánicamente con el tema siguiente, en una especie de continuidad fractal del disco: un umbral que abre otro umbral, manteniendo el suspenso y propulsión del movimiento. Se trata, entonces, de un disco debut e inaugural en muchos sentidos. De escuchas, de una primera grabación a sus 46 años, de un viaje en espiral que no cierra y que incluso deja la coda abierta en el último tema, “Not yet” (No aún), que parece indicar que estamos al borde de una nueva aventura seminal.

Es interesante consignar que por la misma época en que Mitrousis, con 12 años de edad, iniciaba sus estudios de guitarra, el crítico alemán Joachim Berendt describía lo que llamó el surgimiento de un nuevo tipo de músico que podía convivir y establecer una “simbiosis” con la enorme diversidad planetaria que la música experimentaba al inicio de la globalización planetaria, pudiendo así romper con las etiquetas que separan la música española, barroca, clásica, jazz y otras. “En Europa –señalaba en 1983- la nueva promoción [de músicos] es rica en esta clase de música y en este tipo de músicos, lo que significa que este desarrollo va de cara al futuro […] Los músicos se vuelven cada vez más universales. Ellos dan vida a la retórica del término ´ciudadano del mundo´. Lo que todos tenemos que llegar a ser en este planeta que se va volviendo más y más pequeño, para poder sobrevivir, ellos ya lo son en realidad: ciudadanos del mundo. En un sentido musical”[2]. Y aunque mucha agua ha corrido bajo el puente, quizá Berendt tenía razón y algo de profético había en sus palabras. De hecho, la generación de Mitrousis crece en la época en que cae estrepitosamente el muro de Berlín al igual que los metarrelatos que la sostenían y abre los ojos el algoritmo de internet que pronto levantará el libre juego de los signos sin falta, sin origen, sin culpa, lo hidropónico que retomarán las nuevas generaciones actuales en un contexto de globalización digital. En este sentido Mitrousis se ubica en el trance de un cambio de época. Y algo de eso se deja traslucir en los nombres que da a algunos temas del disco, donde se juega con la homofonía y la polisemia, entre otros recursos. Además de la noción de umbral, hay evocaciones lúdicas altamente significativas. Nos arriesgamos a postular algunas. Resalta la homofonía del nombre Chopin asociado libremente a la sonoridad del término Shopping y la urgente necesidad de terapia frente al consumismo patológico (“Chopping Therapy”); la conexión entre un viaje en tren y la extendida anomalía bipolar que aqueja las mentes contemporáneas (“Bipolar Express”); la polisemia presente en el título “Fax From Fux”, donde Fux puede aludir tanto al estudiante que integra una cofradía (imaginario que Mitrousis comunica con la carátula y en el sentir que toca con compañeros de estudio, como ha declarado en entrevistas), pero también puede aludir a una cuestión bien técnica: una modelización matemática del contrapunto musical llamada así. Todas, evocaciones desatadas en el libre juego de escuchar lo sonoro y conjugar la interpretación de los significados evocados por los títulos y carátula del disco mientras disfrutamos del sonido musical, entregados a intimar con el disco y sus posibilidades de juego. Disco que gira en espiral llevándonos hasta las formas más leves o extremas de contacto entre las músicas, no desde el arrogante centro del jazz hacia lo otro no-jazz, sino desde la igualdad de condiciones en que siempre surge el jazz, hermano del pop, del rock, clásica y todas las músicas que forman la música.  Un disco que nos interpela todo el tiempo. Sólo con una comunidad de auditores dispuestos a seguir la exploración propuesta por los instrumentos y la voz humana en él, el viaje podrá seguir. La semilla está echada. El cántico primigenio que tararea nos invita a apadrinar este nacimiento. La semilla alojada habrá de fructificar si ofrecemos una superficie rica en nutrientes, si hay abono para que pueda echar raíces en nosotros. Así podremos sentir lo profundo que anida en la superficie de las cosas y disfrutar, sin culpa, de lo superficial que puede llegar a ser lo profundo cuando abrimos bien nuestros oídos. Lo que escuchamos en The Seed (La semilla) es la música incidental de una escucha profunda a partir de las singularidades y secretas claves de cuatro músicos griegos tan dialogantes como fructíferos. Sin duda un trabajo lleno de matices, hallazgos y posibilidades de escucha. Una entrega que Thomas Mitrousis Quartet aprovecha para disfrutar con nosotros al tocar una música excepcional, con momentos de gran lirismo, propulsivos segmentos rítmicos, armonías luminosas, inmersiones oscuras, y una desenfada intensidad y alegría de tocar y escuchar las músicas que se cruzan en el camino de esta siembra que no deja de sonar en nosotros.

[1] https://debbieburkeauthor.com/2022/04/24/thomas-mitrousis-quartets-first-bold-step-into-the-light-the-seed/?fbclid=IwAR1c-XXCArYo7l6FkDBWZ8-k9KyLDN-reH6I_XOeGt3bAwHu3CIddp9XXsE.

[2] Berendt, Joachim Ernst. Nada Brahma. Dios es sonido. Editorial Abril, 1986: 202.

 

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