Texto: Juan Ramón Rodríguez
Los estertores que anticipan el final de año propician tribulaciones de diversa letra, sobre todo reflexiones de carácter retrospectivo y talante melancólico de especial sentido en una etapa de giro dramático a todo lo conocido. Pueden equipararse al jazz, en cuanto huella humana, multitud de estas cavilaciones. El imaginario colectivo despide 2020 con preferencias sencillas, puro apego doméstico y décimas agorafóbicas huidas frente a aquellas multitudes más contenidas que inmensas. De igual modo, se disparan visos de enajenaciones a través de esos puntos cardinales de terapia tras un escenario atractivo en la literatura pero nunca entre carnes y huesos. Es momento de sorpresas y sencillez, sea hogar o mismo desahogo.
Oiro Pena (pluma de oro en portugués), alter ego del finlandés Pentti Orionen (también conocido como Antti Vaukhonen), consume estas letanías con la recopilación Music from Moments cortesía del sello español 2 Headed Deer. En ella se congregan registros de una carrera, abundante en calidades, que compone una cabal revisión para un género siempre reconocido al bajar al plano de los mortales. Una ecléctica selección que no escatima en sensaciones cercanas a la baja fidelidad del audio, lumbre y espíritu autodidacta. Su modelo pandémico concentra esa extravagancia arrastrada ante tanta incomunicación con una personalidad de alma fotocopiada capaz de comprimir estilos, en apariencia, de singular disparidad y ojos para un folclore nunca olvidado. Un recetario de cocina para cualquier hogar.
El manual de Orionen responde a la fórmula de los músicos escorados en la realidad popular y el sueño académico. Mucho abarcar y poco apretar, en román paladino. Ello no es censurable si el resultado merece un esfuerzo ya vislumbrado en los primeros compases de “Pada Lala”, corte inicial que transporta al pulmón más esotérico de Sivuca con perfecta medición de tiempos en el más rítmico de los aspectos. Escasos segundos bastan para comprobar constantes a la manera del predominio de la flauta travesera, previsible influjo latino, y el buen hacer en la inclusión de bucles y muestreo pregrabados. El resultado invita al descaro junto a paulatino repiqueteo de pies.
Tales atmósferas obedecen a una apuesta por rumbos brasileños, samba y tímida bossa nova en una mayoría que impregna el grueso de los nueve temas de Music from Moments. No hay ápice alguno de latencia en este homenaje salvo confeti artificial en “Samba de Avocado & Aubergino” y químicos instantes como en la mencionada canción de entrada. La alusión es, por un lado, para el Egberto Gismonti del “Encontro No Bar” de su disco homónimo; por otro, un recuerdo a los trabajos de Baden Powell y Vinicius De Moraes. Contiguo a ello, una cuidada destreza en la confección de capas sónicas e inclusión de inhóspitos detalles del orfebre más metódico.
No acaban las referencias a esa ribera de Capricornio, pues el jazz adopta un papel de relevancia en este inciso de Oironen no sólo como práctica creativa sino como mero aparejo de genialidades. Sube la temperatura más allá de Cáncer con ritmo de Albert Ayler en despuntes de la talla de “Taru Viiteen”, paradigma norteamericano de este Music from Moments. Presenta un destartalado 5/4, recuperado de las bibliotecas de Dave Brubeck o Brad Mehldau, que deviene en un ordenado caos hasta la eclosión de un notable solo en torno al cuarto minuto. Asiste una producción cruda, sin abalorios y con moho en sus resquicios. “Selitys” o “Terry” para más vicios.
Oiro Pena es, en síntesis, un alma roquera con frutos de piratería. A colación de la sempiterna diatriba contra los no agraciados por ortodoxa divinidad, el protagonista recopila los atributos de una inteligencia dadaísta con varias pruebas en “1234”, sentida revisión del lenguaje de Neu! o en “Jonain Yönä”, cumbre en la escucha al conseguir la completa inmersión del oyente en el mundo del artista. Music from Moments transita lejos de un tramo desolador de sórdida cadencia sin intención de romper huesos, la pieza cobrada es de superior valor. No obstante, los días venideros agradecen iniciativas a la rúbrica de Oironen. Del frío al calor, un último vaso de humo.
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