Texto: Daniel Román
Lanzamiento: 26 de julio, 2024
Escuché un bajo eléctrico y una guitarra. Luego, supongo que esa sexta cuerda debe tener algún tipo de octavador. Probablemente me equivoque. Entonces lo googleo y claro; es una guitarra barítono de cuerdas de nailon personalizada. Lo de Pat en este disco me recuerda a Chick Corea con sus “Children’s Songs”. Suena como Debussy influenciado por los Beatles. Pat Metheny es un cancionista –¿MoonDial suena a mundial en español no?–. Las melodías y los elementos que utiliza en la improvisación (pentatónicas y progresiones de la música popular) carecen de fisuras –como la luna cuando nos muestra que es una bola que flota sobre nuestras cabezas–; lo opuesto a Monk, por ejemplo, que quema. Puede que el mérito que le atribuyen desde el jazz tenga justamente que ver con que su impulso siempre está más cerca de la música popular que del free jazz. Un jazz que se deja escuchar, que invita a la pausa y a las atmósferas. ¿Alguien tendría la audacia de cuestionarlo? Tal vez esa música popular que se encuentra en este guitarrista de jazz reside en la música country o, habiendo encontrado el color correcto, el camino se haya pavimentado definitivamente y para siempre. El arrojo, a veces, es ser fiel a esa música que necesitamos hacer y no seguir las líneas que trazan actualmente los guitarristas de jazz o cualquier fuerza que quiera imponer una estética particular. Ser “modernito” es otra construcción que supone un disenso imaginario. Una ruptura que asegura una nueva permanencia que será también sustituida por otros “modernitos”: la modernidad no deja de operar allí donde otra fórmula creativa dibuja un horizonte. Pat Metheny fue el chico de moda en la guitarra de jazz (su sonido MIDI, sus composiciones, sus agrupaciones multiculturales) y lo sigue siendo. Puede que ese sea el problema. La cuestión es esa: que lo sigue siendo trabajando los mismos dilemas. Fue el new kid on the block de su época, pero el tiempo pasa. Por eso se le puede idolatrar o criticar. En estos tiempos de renovación permanente, ser uno mismo supone estar prontamente desactualizado. ¿Cuánto tiempo se tarda, y si es que se logra, en dar con una voz? Beckett dedicó su vida a encontrar un tono. Por eso lo reconocemos. Goya, Velázquez. ¿Se puede dejar de ser, de abandonar ese único problema para dejar de ser eso a lo que estamos condenados a buscar? ¿Y entonces? Parker suena moderno habiendo tocado sus últimas notas hace más de sesenta años. Y se sigue tocando parkerianamente: de la voz a la fórmula como tragedia o fortuna. Este disco puede ser la compañía perfecta para un niño que colorea una mandala o que se distrae con la tierra de los maceteros.