Texto: Pedro Andrade
Foto cedida por Jazzaldia
Como veréis la portada de esta reseña tiene una foto recortada de Chris Potter, Brad Mehldau y John Patitucci, en la original aparece también Brian Blade, el cuarto integrante oficial del último proyecto de Potter. Los que estuvimos en el concierto podemos dar crédito de que los tres pintan más canas de las que aparecen en esta foto y de que a este trío de ases le acompañaba otro as de igual calibre, no Blade, por algo se le había omitido de la foto promocional original, sino, nada más y nada menos que Johnathan Blake, maestro de los maestros a la batería. Ni una sola fotografía del concierto, ni un solo vídeo nos puede dar testimonio, a posteriori, de esa formidable noche de jazz que dio inauguración de los conciertos en la Trini. La prohibición expresa a los periodistas de realizar cualquier tipo de registro del evento, vaya usted saber por qué motivo, fue una decisión de los músicos que no se entendió ni se compartió por gran parte de los compañeros de prensa, decisión, para algunos, digna de las excentricidades de las estrellas de pop más toc. A parte de esta molesta y comentada anécdota, la música:
La 59 edición del Jazzaldia de Donostia tenía reservada una joya muy esperada para los amantes del jazz. Chris Potter presentaba en San Sebastián, cerrando su gira, su último trabajo Eagle´s point (Edition records 2024). La noche prometía un viaje sonoro sin igual, y Chris Potter, acompañado por tres gigantes del jazz no decepcionó. La expectativa era palpable en el aire cálido de final de tarde de la plaza Trinidad en la que no había sitio para nadie más, las entradas se habían agotado meses atrás.
Potter venía a hablar de su libro y vaya si lo hizo, tocó en el mismo orden siete de los ocho cortes de su nuevo álbum, solo en el bis final pudimos escuchar una versión del “Pick Yourself Up” de Jerome Kern y Dorothy Fields.
“Dream of Home”, dio inicio al concierto, los acordes minimalistas de piano de Mehldau nos transportaron de inmediato a un mundo que refleja el estilo distintivo de Potter. La pieza se desarrolló con una estructura melódica en devenir, llena de interacción y matices. La compensación armónica de Mehldau daba un ingrediente de profundidad exquisita a los solos del saxofonista. Blake, por su parte, fue el encargado de moldear y arropar al quorum de estas ilustres personalidades, tan potentes como únicas, haciendo que cada uno de ellos aportara su propia visión de la composición sin deslindarse de la sinergia elaborada por el grupo, destacando gradualmente y sin estridencias con su instrumento. Mehldau, Patitucci y Blake, cada uno aportando su estilo propio, crearon junto a Potter un tapiz sonoro armonioso e integrado a la perfección. Esta maestría sutil, nunca exagerada, mezclaba el sentido lúdico del concierto con la profundidad y solemnidad con la que se recrearon todos los músicos para rendir pleitesía a las composiciones del saxofonista.
“Cloud Message” siguió con un propósito firme, con el audaz y carismático sonido de saxofón tenor de Potter demandando protagonismo. La interacción entre los músicos era palpable, cada uno respondiendo con una precisión y creatividad asombrosas, manteniendo al público conectado y pendiente de sus malabares instrumentales. Con “Indigo Ildikó” se revivió el mejor sonido de Chicago que confirmó nuevamente la sintonía y respeto musical que se profesan los cuatro músicos, el tema resultó ser una conversación instrumental fluida en la que los músicos parecían hablar en el slang de la city, sobre la vida o sobre el arte con un “pitillito” encendido en los labios y una cerveza fresquita en la mano.
Eagle´s point, título que da nombre al disco fue una muestra del ímpetu con el que Blake y Patitucci empujaron a Potter y a Mehldau a la pista de baile para que se lucieran en una coreografía instrumental sincronizada, en la que exploraron un sinfín de configuraciones armónicas y varios saltos rítmicos en los que la melodía se escabullía y volvía en un juego vertiginoso pero atractivo, elegante.
Con “Aira for Ana”, una pieza que Potter había escrito a su hija, según nos comentó, se realizó una recreación sutil de lo que para él supone o imagina que ocurre en las siestas de su pequeño retoño en las placenteras tardes de verano. El tema pausado y con generosas concesiones en los compases a los silencios ofreció una demostración de artesanía y cuidado al más mínimo detalle. La sensibilidad de Potter en el saxofón, la precisión de Mehldau en el piano, la robustez de Patitucci en el contrabajo y la sutileza de Blake en la batería se combinaron para recrear un momento mágico.
Las narrativas musicales de Potter florecieron a lo largo de la noche, como él mismos dice “gracias a la intimidad que ofrece las posibilidades de un grupo pequeño” en el que cada uno destaca por sus momentos de interacción virtuosa. “Horizon Dance”, al final de la noche dio muestra de todo este buen rollo que trasciende de estos cuatro enormes músicos y en el que prevalecen los ritmos contagiosos y esas melodías tan características de Potter.
Este concierto no solo confirmó a Chris Potter como uno de los músicos más influyentes y poder de convocatoria de la escena jazzística actual, sino que también celebró la colaboración y la química única entre cuatro de los más grandes talentos del género. El jazz brilló en su máxima expresión y fue un regalo para los sentidos. Al final del concierto incluso agradecí, egoístamente, que los músicos prohibieran realizar fotos o vídeos de su concierto, de esta manera, los únicos testigos que podían llevarse una imagen fiel de lo ocurrido esa noche eran ellos: los músicos, el auditorio y el eco sonoro que se archiva cual documento histórico, año tras año entre los muros la maravillosa plaza Trinidad.