Texto: Juan Ramón Rodríguez
Un Lamborghini ruge en la calle 125, un ojo clínico se posa en el escenario del Smalls’ Paradise, un cocodrilo se refresca frente a la boca de incendios. Una imaginería separada por décadas y océanos bajo un sol de dos continentes. No obstante, el influjo de dichas estampas desecha las sordinas de la actualidad. Ante la crítica del disco de jazz, el circunloquio tienta la pluma con siseo de serpiente; a veces resulta complejo describir el ritmo del tiempo, aquel con el que la gente gusta bailar. Al acompañamiento, un grito contra la deshumanización y alienación imperantes a la izquierda, a la derecha, por el sur y por el norte.
Robert Andre Glasper, a pesar de nacer en Houston, Tejas, guarda el testigo y aura de un poeta en Nueva York. Con una carrera orientada al R&B, influencias neo-soul y hip hop, comprende mejor que nadie la cosmovisión de trabajos de la talla de On the corner, la llamada al rescate de un género pálido por la disección blanca y la pasividad negra. La danza inconformista de la trilogía de Black Radio —con un premio Grammy junto a una nominación como sellos— alcanza su última entrega con una cuidada colección de letras y sonidos, de advertencia sobre el gentío de trajes sin cabeza que aún pasea por las inmediaciones de Harlem.
Puede resumirse el presente álbum con su sobrecogedora introducción firmada junto a Amir Sulaiman. Una cuidada línea de piano que acompaña la senda del minutaje reitera el monólogo del rapero, una señal de auxilio para aquellos desafinados ahí fuera. Poco importa al tratarse de algo más que mera melodía, todos están en tono. La temática social incide con pulso constante a través de las composiciones, desde el sórdido retrato de “Black Superhero” al alegato universal de “Why we speak” con una pletórica Esperanza Spalding. A los controles, una producción de milimétrica precisión, con el arreglo adecuado en su justo momento. No hay carencia ni sobra en un resultado puramente orgánico.
La música, sin embargo, apenas resalta protagonismo en los trece cortes. Más aún si se tiene presente el bagaje que precede a Glasper y su querencia por los alumnos aventajados de la década de los ochenta. Es difícil olvidar su maestría a los teclados, esa batuta que dirige a toda una orquesta sideral en sesenta y siete minutos de eclipse. Audible en “Forever”, un medio tiempo suspendido en ese trapecio superferolítico que caracteriza a artistas como D’Angelo y su “Lady”. Nada más destaca una vez descubiertos los tres trucos marca de la casa de la escena, sorprendidos con las manos en la masa en un “Shine” del Hancock más funky.
Con todo ello, el valor de Black Radio III reside en esa fotográfica naturaleza cuyo primer destello data de 2012. Un rítmico diálogo con seis cuerdas en “Over” retiene la estampa de rosas huidas por los filos de las últimas curvas del aire. Hay cruce de puentes, rubor negro y noche boca arriba. Una búsqueda sensorial, sin duda, que no plantea ademán en el contenido en detrimento de otras propuestas de corte clásico. Lo aquí expuesto es un nuevo compendio de páginas a fin de engrosar un cancionero de amplia tradición. No neoyorquina, mucho menos americana; al menos en parte. De cualquier lugar donde resida el elefante en la habitación.
Robert Glasper, otro año, revalida la etiqueta de discípulo predilecto de un Miles Davis visionario que, a golpe de volante, concibe la tercera voladura a los cimientos del jazz. En aquel momento una juventud con Sly & The Family Stone y James Brown en sus cabezas. En este, el elenco es distinto; complementario, más bien, con un mensaje vigente como pocas ocasiones. Cambian aspectos como una desmesurada lista de acreditaciones y colaboraciones en el folleto físico. La modernidad cuenta con ciertos gajes en los que impera el interés crematístico. Empero, ello queda al margen del siguiente episodio de esa historia de la radio, el rumor que atraviesa troncos y ascensores.
Robert Glasper estará actuando el próximo viernes 15 de julio dentro de la programación de Las Noches del Botánico