Por Antonio Pardo.
Y el gusto es mío… qué diría cualquier tratado de buenas costumbres. Esto, que no es más que un simple halago, nace de la maravillosa impresión producida por el último trabajo discográfico del músico de Guardamar del Segura José Luis Santacruz, Pecholao; una obra tan inspirada que no hay en ella ni un solo compás ajeno a la belleza que desprenden las interpretaciones de los solistas… un saxo (José Luis Santacruz), un piano (Ángel H. Cáro) y un contrabajo (Terje Venaas/Antonio J. Peñalver); lanza, yelmo y armadura de un trabajo de orfebrería en el que, embriagados del espíritu de Apolo, los protagonistas dialogan como sólo saben hacerlo los músicos de jazz.
Elegante y fresco es el lenguaje utilizado por Santacruz para hilvanar las ideas de este Pecholao, un cuadro impresionista y libre donde los colores tejen con pasión esa cálida estampa que define la personal caligrafía del músico alicantino. Pecholao representa el triunfo de la imaginación que, de una manera desbordante, está implícita en cada una de las melodías, siendo el Salmo a mi padre el ejemplo fehaciente de esta delicada e intimista fantasía para piano, saxo y contrabajo. Pecholao recorre con inteligencia algunos de los estilos más significativos del Jazz, dejando que sea la libertad (creación, inspiración e improvisación) la que hable a través de los instrumentos, testigos de excepción de esta pequeña orgía musical. Tasmania o Invientos, voces que suenan a riesgo, son algunos ejemplos más de la enorme capacidad expresiva de un ensemble que juega con las notas allí donde los demás solo las escuchamos. Por tanto, y a tenor de lo expuesto, Pecholao del Santacruz jazz trio dibuja esa original manera que tienen los músicos de cantar a la belleza; oda que se escapa entre blancas y negras dejando que sea el atrevimiento (talento, técnica y estilo) el guía que muestre el único camino a seguir. Pecholao es, a todas luces, una obra hecha con mucho gusto.
De esta forma, y a modo de epílogo, puedo decir que Pecholao es una extraordinaria obra que hará las delicias de todos los melómanos, curiosos individuos que encuentran en este género musical la libertad que solo compete al arte… Y es que, señor Santacruz, ¡cómo mandan los cánones!; el gusto ha sido mío.