Texto: Federico Ocaña / Fotografías: Nicolas Masson
Estamos ante un proyecto que en su momento nos pasó desapercibido, pero que merece, por la constancia de sus músicos y la calidad de su trabajo, ocupar un hueco en la escucha de los amantes de la música contemporánea, el jazz de vanguardia europeo y de quienes quieran explorar voces con personalidad propia en el panorama jazzístico nacional.
La música de este disco, Schnitzel Time (JazzGranollers Records, 2019), es, como se ha dicho, vocacionalmente contemporánea y europea. El propio título nos invita a un viaje por el jazz nórdico (Schnitzel es como se llama al escalope o filete empanado en el idioma de los hermanos Kühn) y remite a un momento de camuflaje y mestizaje. Su líder, sin embargo -y es una suerte que así sea- es español, catalán: Alfons Bertran, baterista y percusionista que cuida los proyectos, los acompaña durante años, los hace evolucionar con una formación más o menos fija y da, así, a los discos, una forma pulida. Sus últimos trabajos, Retina, con Lite Bites (trío que compone junto a Aleix Forts y Guillem Callejón en la guitarra), con un sonido más crudo e intimista -también es una formación más reducida-, y este Schnitzel Time son buena muestra de ello.
En su exploración no hay prisa por publicar el disco: las influencias de músicos y compositores de música popular, clásica y jazz maduran con el grupo, se integran (más bien se desintegran) dotando a las piezas de una originalidad rara y digna de elogio. Incluso la publicación en formato físico y digital no obstan para mantener ese espíritu de indagación -quizá porque se espera también un oyente activo, que aporte algo en la escucha, que se infiltre entre las líneas melódicas y las armónicas como lo hace el propio Bertran, que mantiene siempre un acompañamiento dinámico, que cambia las figuras rítmicas de una exposición a otra, que está siempre presente.
Es difícil -no imposible- rastrear las influencias en este Schnitzel Time. Los temas conservan ese halo misterioso y pulido del jazz europeo. Se caracterizan por figuras rítmicas complejas y por la importancia del silencio. La síncopa, los hiatos, tienen tanto peso como las intervenciones de los músicos. La grabación cuenta con Alfons Bertran, compositor de todas las pistas, como líder de la formación a la batería, David Fettmann al alto, Nicolas Masson al tenor, Roger Mas al piano, Rhodes y Wurlitzer y Aleix Forts al contrabajo.
Escuchamos una formación, un proyecto, consolidados a pesar de los obstáculos de los últimos tiempos gracias al entendimiento de la rítmica. Las composiciones tienen el estilo elegante y contenido que escuchamos en algunos de los que el propio Bertran reclama como maestros: Paul Motian, Wayne Shorter, Brian Blade.
El disco comienza con un estilo contenido, una danza lenta, como se percibe sobre todo en las primeras exposiciones del piano y el alto (luego doblado por el tenor), de “The Trip”, que abre el disco y que cuenta con un solo notable de Masson al tenor. El halo misterioso y con un punto de improvisación de clásica tiene “Gutter”, que va creciendo desde la entrada del órgano al comienzo hasta el diálogo de los saxos, que enriquece el tema y lo guía hacia la ráfaga final con Bertran. A destacar también “Resistencia íntima”, con un solo de Forts, acompañado por un piano que salta a intervalos por encima de la octava para dejar que el bajo acote el espacio, dando esa sensación de “intimidad” que busca el título; “Marina”, un vals con muy buen gusto, complejo armónicamente, por su progresión constante en la que se desenvuelve con soltura Roger Mas -quizá es de lamentar que su solo no se haya prolongado algo más. “Schnitzel Time”, que da nombre al disco, un tema por debajo de tres minutos, condensa bien el lirismo -véase, por ejemplo, en la alternancia, en contrapunto, en eco, doblándose, de los saxos- y el gusto por los silencios (en este, como en el tema anterior, Forts y Bertran hacen un muy buen trabajo en las sombras). “Archienemigo” y “Love is Simple, Easy and Free”, con guiño en el título a aquel jazz que se forjó en los 60 y 70 que combinaba bien con el soul o el funk, representan quizá la parte más dinámica del disco, más danzarina. Sonoridades orientales se dan la mano con melodías hipnóticas, a lo que contribuyen la expresividad, mediante ligaduras, de “Archienemigo” y la acentuación de “Love…”, donde las frases son más juguetonas, tanto melódicamente, con varios temas que dialogan entre sí, como rítmicamente. Los solos nos evocan de nuevo a las agrupaciones de Shorter, Blade y el final del tema, con Masson y Fettmann a los mandos.
Schnitzel Time es un proyecto maduro, que mantiene una línea clara en todos los temas, no una mera compilación de temas; un conjunto de músicos que sabe moverse en la baja intensidad, que se recrean en la alternancia del sonido y el silencio y hacen música de vanguardia con contención, sin estridencias. Se agradece que un trabajo de esta elegancia vea la luz.