Texto: Miguel Vera-Cifras / Fotografías cortesía de Alejandro Kanek Ballesteros Coria.
Que la música es hoy, más que puro asunto de notas, una verdadera cultura y que -en tanto campo cultural- sus límites son evanescentes y permeables, parece ser una idea por muchos compartida. Enhorabuena. Ana María Ochoa (Colombia, 2003) ha escudriñado cómo los géneros musicales son clasificaciones unitarias propiciadas por los Estados-Nación que, si bien han querido normar y homogeneizar las prácticas estéticas, también han abierto posibilidades efectivas de transgresión, movilización, diversificación, contacto, traducción y diálogo social. Y es que un límite siempre tiene, al menos, dos caras. Como las riberas de un río, donde sus aguas pueden separarnos, pero también vincularnos y nutrirnos. Abundan en la lengua demostraciones de esta capilaridad liminal y cultural. La palabra Kanek, por ejemplo, es un vocablo maya que en español significa “serpiente negra”, una imagen negativa del pecado, la muerte y la vergüenza en el inconsciente occidental judeocristiano, pero que en los mitos ancestrales de México adopta una connotación positiva, al representar por el contrario el origen de la vida, la fertilidad y la salud.
Serpiente Negra Ensamble es un proyecto de música independiente, creación de Alejandro Kanek Ballesteros Coria, músico de Morelia, Michoacán (México), quien hace 18 años comenzó en la escena del rock y la música electrónica, para –en medio de la pandemia global- pasar a explorar, desde la sonoridad del jazz, rock, electrónica y world music una serie de imaginarios musicales personales que recorre y recoge en su más reciente entrega creativa. Se trata de una música compuesta y arreglada, principalmente, de manera digital en un DAW (Digital Audio Workstation), es decir, en una consola de audio digital cuyo software permite no sólo la mezcla y edición, sino también la producción de la música misma. Incorporando una amplia gama de estilos y acompañado por el multi-instrumentista Luis Tena, Serpiente Negra Ensamble logra crear, con maestría y profundidad, un cosmos musicante que gira en torno a lo que ha sido su biografía de escucha y su memoria cultural, un verdadero álbum sonoro donde imaginarios musicales latinoamericanos y referencias euroárabes, mesoamericanas y afroamericanas pueden reencontrarse.
Compuestos en pandemia y como consecuencia de sus estudios de jazz, que Kanek emprende pocos meses antes, Serpiente Negra Ensamble lanza/sube dos álbumes digitales: El Murciélago (en diciembre de 2020) y The Gray Shadow (en septiembre de 2021), ambos actualmente disponibles en la plataforma BandCamp. El primero, combina música afro-cubana, Folklore mexicano y música árabe; mientras el segundo, incluye influencias del rock, el Nu-jazz y músicas del mundo. El propio Kanek ha definido sus composiciones como “Mexican Jazz Fusion”, una categoría que le satisface pues le sugiere la mezcla de singularidades que contiene la cultura mexicana desde la cual él, como productor, compositor e intérprete, acompañado en el primero y en solitario en el segundo, emprende -en estos dos álbumes- la tarea de explorar desde la escucha y lo sonoro la musicalidad de una expedición que recoge no sólo su música, sino también su memoria y patrimonio imaginal. En México –revela Kanek- la llegada e integración del jazz al gusto masivo coincidió con el descubrimiento de los principales monumentos prehispánicos que definieron, en el siglo XX, la identidad de los mexicanos.
A inicios del siglo XXI, en éste su primer álbum (El Murciélago), el oyente puede reencontrarse con esa memoria auditiva y colectiva a partir de la némesis personal de Kanek, quien define este primer álbum como “una revisión nostálgica de esta época fascinante”. El Murciélago, el track que define esta primera entrega, toma su nombre de “el Murciélago Velázquez” (1910 – 1972), héroe de la lucha libre mexicana, mentado al alero de las recordadas películas de aventuras relacionadas con el folclor de la “lucha libre” que es una mezcla de deporte y teatralidad, donde los contendores usan máscaras y adquieren el aura de superhéroes, vastamente popularizados en la “Época de Oro” del cine mexicano. El segundo álbum (The Gray Shadow) acude nuevamente al imaginario de la lucha libre, presente ya desde la carátula misma de este segundo disco, también bautizado a partir del nombre de otro icónico luchador enmascarado de mediados de 1940: The Gray Shadow, personificado por Daniel Aldana (1912 – 1990). Un tema homónimo que se inicia con los aplausos del público saludando al luchador y luego sus jadeos entreverados con el incesante ritmo y melodía del jazz sostenida con teclado y batería, entre cuyos compases escuchamos también los silbidos y griteríos aclamando a su estrella en el cuadrilátero del Coliseo. Un disco donde la espacialidad sonora resulta tan envolvente e inspiradora como la música.
De acuerdo a Joachim Berendt (1953), las instancias que definen la calidad del jazz son tres: swing, improvisación y sonoridad/fraseo. Esto es, el primer lugar, la especial relación con el tiempo o ritmo; en segundo lugar, la espontaneidad y vitalidad de la producción/creación musical; y en tercer lugar, la proyección de un sonido personal (todos reconocemos, de inmediato, la sonoridad/fraseo de un John Coltrane, Miles Davis, Thelonious Monk o Charlie Parker cuando lo escuchamos). Se podría decir que Serpiente Negra Ensamble explora principalmente las dos últimas cualidades propuestas por Berendt y especialmente la sonoridad del jazz como anfitriona hospitalaria y amigable para con esas otras fibras musicales que se pueden escuchar y con las cuales se dialoga en estos tejidos de música, sonido, imagen y texto.
En los tiempos que vivimos, donde la originalidad ha derivado en innovación y el virtuosismo instrumental e individual en comunidades de escucha, este proyecto parece arrancar precisamente desde tales coordenadas, es decir, desde la escucha de un músico que a partir de su audición y autoformación decide entrar a un campo donde antes sólo accedían a ingresar los profesionales formados en el Conservatorio.
Crecí escuchando todo tipo de música. Durante mi infancia escuchaba música pop de los 80 en inglés y español. En mi adolescencia, principalmente rock y música cubana, ya que mi padre importó discos de vinilo cubanos como parte de un intercambio cultural entre México y Cuba. En mis veinte, música electrónica y rock alternativo. Y desde hace cuatro años estoy muy interesado en el mundo del Jazz […] No he recibido ningún tipo de educación musical formal. De hecho, tengo una licenciatura en Diseño Gráfico. Mi conocimiento en música solo proviene de libros e internet en los últimos dos años cuando decidí estudiar jazz tradicional en mi tiempo libre[1].
Generar música utilizando la edición digital como instrumento y convertirse a sí mismo en una caja de resonancia de lo que comunitaria y personalmente se ha escuchado, hacen de este creador un polifacético explorador cuya autonomía operativa contrasta con su heteronomía musical y su apertura experimental por las veredas más eclécticas de la música. Dotado de una disposición que sobrepasa con creces lo jazzy (un peyorativo que los puristas usan para rechazar y expulsar lo que les parece un jazz químicamente impuro) este increíble proyecto creativo viene a demostrar que lo híbrido, como lo alquímico, puede producir acaso lo imposible: que la escucha se dejar oír a través de un músico capaz de recrear, mediante su imaginación, su escucha y memoria, en una atmósfera sonora, un paisaje aural colectivo, que nos sumerge en lo propio y ajeno, en lo íntimo y escénico de nuestros propios tejidos identitarios latinoamericanos, situados en pleno contexto global.
En su doble experticia, como músico y diseñador gráfico, Alejandro Kanek compone la música de ambos discos y también sus respectivas imaginerías visuales, aspectos que si bien dialogan e interactúan, no parecen seguir ni sujetarse a una estricta lógica de anclaje mutuo, sino más bien procurar la yuxtaposición y el relevo, donde la conjunción de todo queda en suspenso y a cargo del auditor de las piezas logradas, entregadas y escuchadas. Entonces, la composición no parece buscar ilustrar, acompañar o musicalizar una cierta idea o una cierta imagen precisa, sino más bien sugerir estímulos sonoros y musicales que puedan abrir nuestra escucha. Tampoco pareciera que la imagen gráfica buscara anclar o precisar el sentido de la música, fijándola o deteniendo su deriva interpretativa, sino más bien sumar estratos y sintagmas que acompañen o produzcan la exploración misma. Así, pareciera concurren ambas dimensiones como aspectos o insumos alternativos y complementarios, convocados aquí ante un audio-lecto-espectador que pudiera, libremente, procesar y conjugar tales añoranzas prospectivas desde su propia manera personal de relacionarse con ellas.
Abrir la escucha de un complejo México sonoro, musicalmente entrañable, acunado en la memoria aural de Alejandro Kanek, explorador del jazz, es la empresa donde este paisaje se despliega, en lo que parece ser la honesta invitación de Serpiente Negra Ensamble. Un trabajo donde Kanek e invitado se ubican como parte de algo que los excede, para integrarse a un ensamblaje sonoro-musical que logra conectar lo acústico y lo digital, lo pasado y lo presente, lo ajeno y lo propio, ubicándose en el “entre” que nos conecta a esta manera creativa de aprovechar lo más cautivante y dialógico del jazz, su conversación colectiva que es la improvisación y las sonoridades personales cómplices de una comunidad de escucha que, a fin de cuentas, se transforma en una comunidad de sentido.
[1] Entrevista por Debbie Burke (Inglés): https://debbieburkeauthor.com/2021/02/09/inventive-jazzy-stories-on-el-murcielago-new-cd-from-alejandro-kanek-ballesteros-coria/ (traducción de Miguel Vera-Cifras)
Puedes escuchar y adquirir ambos álbumes pinchando en este enlace