Texto: Inés Azagra Prego / Fotografías: Alina Lefa.
Puede ser que el mar Mediterráneo haya sido su cuna y el olor a sal su nana, pero las composiciones que encontramos en Social, el ultimo trabajo discográfico de Lluís Capdevila, son un rastro de lo que pudo haber sido, y no fue. Por supuesto no es un apunte negativo, más bien todo lo contrario. Me refiero a esto como la estela de un barco en el mar o el rastro de una estrella fugaz en el cielo. Una oda a aquellas canciones que atraviesan nuestro cerebro esponjoso para convertirlas en otro elemento, con diferencias de puntuación y subrayados flúor.
Después de su ópera prima Diáspora y de otros cuatro discos grabados entre 2016 y 2020, Capdevila decide lanzar Social, un alegato al piano, una oda al jazz más melódico y una ternura infinita que se publicará el próximo 17 de diciembre. Como un bizcocho recién salido del horno, hay que esperar a que se enfríe, sacarlo del molde y poder degustarlo, poco a poco. Se trata de un conjunto de 10 canciones, comenzando con “We’ll Fly again” que continúa con “Misery”, que reúne las condiciones perfectas para una mañana de domingo. Resuenan frecuencias de Bill Evans en su tema “To Make you feel my love”, cuya composición original no deja de ser de Bob Dylan pero donde podemos comprobar sus arreglos y alegatos en un abrir y cerrar de ojos. Con “Stardust” también, aunque de manera distinta, una canción que fue interpretada por Nat King Cole, Frank Sinatra o Lester Young, y compuesta por Hoagy Carmichael. En este caso el bajista Klampanis toca un fantástico solo que le otorga a esta canción una peculiar atmósfera. Además, Santaniello, el batería que conforma este trío, interpreta con tremenda dulzura y traslada este disco una dimensión necesaria. En “Changing”, en cambio, podemos destacar una melodía más cercana a Art Tatum.
Capdevila decidió sacar dos adelantos, uno de ellos es el anteriormente mencionado “To make you feel my love”, interpretada por, además del propio Capdevila al piano, Luca Santaniello (batería) y Petros Klampanis (bajo). Este último fiel acompañante en la mayoría de sus discos, una amistad arraigada en Nueva York, ciudad en la que ambos vivieron y estudiaron durante un tiempo. Fue allí también donde conocieron al tercero de los tres, Luca Santaniello. Desde entonces este trío de piano no ha hecho más que recolectar excelentes críticas en Estados Unidos y España, donde han ofrecido ya más de 50 conciertos. Otro de los adelantos es “East Broadway”; una canción a base de luces y bombillas de colores que desfilan a nuestro alrededor. Un saxo con el que cierras los ojos, y con el que notas debajo de los párpados destellos amarillos. También podemos encontrar temas como “What a Wonderful World” compuesto por Bob Thiele (fundador del sello Flying Dutchman) y George David Weiss, quizás una forma de lanzar el ancla hacia una isla próxima en un arreglo sinuoso pero con perspectivas diferentes a las que estamos acostumbrados.
Se superponen solapas a través de las canciones que conforman este nuevo disco, un poco como aquellos libros infantiles en los que al abrir ciertas páginas castillos, princesas y dragones de cartón pluma se desplegaban en un azaroso paisaje. La canción “Everything has an end”, quizás una de mis favoritas, tiene la virtud de la ligereza y el desasosiego, a pesar del título. Con una melodía más pausada o un tono grave dado por el contrabajo consigue dejarme respirar y coger aliento para lo que viene después. “Legacy”, tema que cierra el disco y muestra una curva muy personal que hace de este trío un ejemplo de elegancia e interpretación.