ST. PAUL & THE BROKEN BONES EN NOCHES DEL BOTÁNICO: ÉRASE UNA BANDA A UN SOULMAN PEGADA

Texto: Jaime Bajo

@altonellis.weekend

Fotos cedidas por Noches del Botánico

Puede que el Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense de Madrid sea el lugar idóneo para celebrar un festival veraniego por múltiples factores. En primer lugar, porque quiero pensar que se encuentra lo suficientemente alejado de las viviendas como para no perturbar la vida cotidiana de los vecinos del distrito de Moncloa. En segundo lugar, porque tiene la capacidad suficiente para albergar -léase abonar el caché- a artistas por los que el público se pirra (de ahí el cartel de “entradas agotadas” en varias de sus citas) y, al tiempo, nos evita tener que zambullirnos en un macrofestival en la que la música queda en un segundo (o tercer) plano. En tercer lugar, porque, aunque revestido de propósitos mercantiles (puesto de ECI, mercadillo “seudojipi”, puestos de mercadotecnia, footrucks…), el ambiente de naturaleza circundante nos evade del entorno urbano por unas horas. Y en cuarto, porque nos permite acceder, a un precio asequible, a luminarias como Tom Jones, PJ Harvey o Paolo Nutini.

Con el mes de junio ya bastante avanzando, las propuestas más “rockeras” e indies -como etiqueta, habida cuenta de que su alcance es masivo- del festival van decayendo y van cobrando una mayor relevancia aquellas que tienen a las músicas afro-descendientes (jazz, soul, funk, salsa, son, ska…) como protagonistas, abriendo el abanico de estilos y, por añadidura, el público potencial que decide acercarse a disfrutar de sus artistas predilectos en tan incomparable marco de actuación. Buena muestra de ello es la abigarrada estampa -parejas jóvenes, rockabillies, grupetes de amigos…- que mostraba el Botánico la pasada noche, siendo el soul un género abrazado por un público más masivo a raíz de su comercialización más o menos reciente vía Amy Winehouse, Seal, Bruno Mars o Adele.

Una vez rebasado esa “moda pasajera” del soul revival a la que muchos se afiliaron para lograr así cierta notoriedad pública, aquellos que aguantaron o se apuntaron a posteriori -este caso-, solo han podido mantenerse merced a una pasión por dicho género o porque realmente creen en ello como su modo de vida y no conciben una alternativa. Cuando el vocalista Paul Janeway y el bajista Jesse Phillips se conocieron, lo hicieron como integrantes de una banda de soul, The Secret Dangers. Años después, sus vidas volvieron a cruzarse en Ol’ Elegante Studios precisamente para armar una banda de soul que orbitase en torno al torrente vocal de Paul Janeway. La banda sonaba tan engranada que -caso extraño- registró un Ep, Greetings, en el estudio antes siquiera de haberse embarcado en una gira juntos.

El hecho de que la banda de Alabama opere en torno al vocalista, condiciona en buena medida su despliegue en directo, ya que, cuando este se ausenta -sucedió en un par de ocasiones, una de ellas para sorprender ataviado con una túnica de lentejuelas-, el resultado es homologable a cualquier otra formación que realiza un cuidado ejercicio de estilo y en la que músicos como el habilidoso guitarrista Browan Lollar, el animado baterista Kevin Leon o la luminosa sección de metales (Allen Branstetter a la trompeta, Amari Ansari al saxo, Chad Fisher al trombón) tratan de enmascarar la ausencia de su líder invocando las palmadas acompasadas del público o el aplauso a alguno de sus esmerados solos.

Cuando comparece en escena Paul Janeway es cuando todo se transforma: por motivos obvios (condiciones vocales, disposición escénica, la mencionada túnica) se convierte en foco de todas las miradas, recorre el escenario sin abandonar el cante y buscando involucrar a todos los presentes, suelta uno de esos alaridos suyos en un falsete que estremece y que en nada desmerece a toda una leyenda como Marvin Gaye, o se desgañita hincando las rodillas sobre el suelo para solaz de la parroquia asistente. Porque puede que el repertorio de la banda carezca de temas fácilmente coreables de esos que uno agradece y canturrea una vez el concierto ha concluido y enfila camino al Metro, pero no cabe duda de que Paul Janeway es uno de los vocalistas mejor dotados de la escena soul global, y eso marca la diferencia. Como colofón final, el vocalista aprovecha para inmiscuirse entre el público, encarar las escaleras del graderío y simular despeñarse por ellas para solaz de un público que aplaude esta muestra de cercanía, el espíritu de su música y la prestancia de su propuesta escénica.

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