Texto: Alejandro Silvela
La figura de Igor Stravinsky es una de las más importantes de la historia de la música debido a su extensa y aclamada labor compositiva, sin embargo, es considerado también una de las personalidades más representativas del siglo XX debido a su posterior influencia en el mundo de la música y el arte. Su vida compositiva acostumbra a dividirse en tres periódicos estéticos que guardan relación con su lugar de residencia y las influencias musicales experimentadas en dichos lugares.
El comienzo de su carrera musical estuvo marcado por las enseñanzas de su maestro Nikolái Rimsky-Kórsakov y goza de amplias influencias del folklore de su Rusia natal. Tras este primer periodo conocido como primitivista o ruso, Stravinsky se vio influenciado por las tendencias neoclásicas que rechazaban el expresionismo germano y el romanticismo del siglo XIX. Finalmente, Stravinsky se adentró en la composición dodecafónica y serial, pese a que siempre criticó abiertamente la labor su principal exponente, Arnold Schoenberg. La travesía por estos periodos tan diferentes entre sí se debe a que Stravinsky contó con una vida muy longeva que le permitió asentarse en diferentes países. Nació en Rusia en 1882, donde, tras abandonar sus estudios de derecho, comenzó a recibir clases de Rimsky-Kórsakov, uno de los músicos de referencia en su país. Debido a su talento, consiguió llamar la atención de Serguéi Diaguilev, fundador de los Ballets Rusos, con quien se trasladó hasta París en 1910 para el estreno de su ballet El Pájaro de Fuego. Ambos colaboraron en varias ocasiones cosechando un amplio éxito con los ballets Petrushka, en 1911, y La Consagración de la Primavera, en 1913. En 1914 dejó París para trasladarse a Suiza, un terreno neutral durante la Primera Guerra Mundial, regresando a París en 1920. En 1939, y a la edad de 58 años, Stravinsky se trasladó de forma definitiva a Estados Unidos, donde residió hasta su muerte en 1971. Stravinsky se caracterizó por un profundo interés por las corrientes artísticas que lo rodearon a lo largo de su vida, haciendo que colaborase con artistas como Pablo Picasso o Jean Cocteau o que se sintiese atraído por corrientes musicales ajenas al mundo académico como el jazz.
El mismo Stravinsky afirmó en las entrevistas recogidas por el escritor Robert Craft en el libro Conversaciones con Igor Stravinsky que le interesaba la música bebop y que sentía una profunda admiración por Art Tatum, Charles Christian y Charlie Parker. Respecto a este último pareció existir una admiración mutua. Tal y como cuenta Alex Ross en su conocido libro El Ruido Eterno, Charlie Parker demostró su respeto por el compositor ruso al incorporar una serie de notas de la introducción de La Consagración de la Primavera en el solo del standard de 1949 “Salt Peanuts”. En el libro Jazz Modernism: from Ellington and Armstrong to Matisse and Joyce de Alfred Appel se cuenta otra anécdota sobre el encuentro de ambos. Tal y como narra Appel, Stravinsky asistió como público en 1951 al afamado club Birdland de Nueva York una noche en la que tocaba Charlie Parker. El saxofonista, consciente de la presencia del compositor, comenzó su concierto con una interpretación del veloz standard “Ko-ko”, donde incluyó diferentes motivos de su ballet El Pájaro de Fuego. La admiración de Parker por Stravinsky se ha reflejado no solamente en diferentes escritos, sino que ha sido representada en ejemplos de la cultura popular como la película Bird de 1988 dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Forest Whitaker. También existe una anécdota que menciona un encuentro entre Stravinsky y Art Tatum. Stravinsky, quien era también pianista, mostró un gran asombro por la calidad interpretativa de Art Tatum, quien a su vez demostró su predilección por el piano clásico en sus adaptaciones de obras de Chopin.
No solo son anécdotas lo que vincula a Stravinsky y el mundo del jazz, pues el propio compositor manifestó su interés por el género en varias composiciones. Tras el éxito de sus primeros tres ballets, el compositor ruso escribió otra obra que también se encuentra dentro de su periodo primitivista, “L’ ́Histoire du Soldat”.
Esta obra teatral para tres actores y siete instrumentos, que se puede traducir como Historia de un Soldado, fue compuesta en 1918 y tiene su origen en un cuento ruso perteneciente al folclorista ruso Alexander Afanasyev, sin embargo, el texto utilizado es obra del escritor Charles Ferdinand Ramuz. La obra se estrenó en Lausana bajo la dirección de Ernest Ansermet y con un reparto integrado por Gabriel Rosset como el soldado, Jean Villard como el diablo y Elie Gagnebin como narrador. La trama de la obra plasma los sucesos que acontecen al soldado Joseph tras un trato con el diablo al regresar a su villa natal. Joseph, quien es intérprete de violín, se ve tentado por el diablo para obtener un libro que predice el futuro a cambio de su instrumento. Cegado por la sed de poder y riqueza, el soldado acepta el cambio, más no tardará en intentar recuperar su violín debido a que se da cuenta de que el dinero que ha cosechado gracias al libro no consigue hacerle feliz. Uno de los movimientos de esta obra integra una sucesión de tres danzas de diferentes estilos que representan diversos aspectos de la vida del soldado. La primera de ellas es un tango que refleja la seducción de Joseph por el diablo y la tentación de obtener poder. En segundo lugar, nos encontramos con un tranquilo vals que ejemplifica la tranquilidad de la vida del soldado en su pueblo antes del encuentro con el diablo. Por último, se nos presenta un ragtime, que, sirviéndose de un carácter animado, busca dibujar la manipulación del diablo y la burla de este hacia el protagonista. El interés de Stravinsky por el ragtime no se redujo a esta obra, pues en los años siguientes dedicaría a esta forma musical un mayor protagonismo. En 1918 compuso “Ragtime para once instrumentos”, obra que se estrenó en 1919 en Lausana y posteriormente se amplió a una versión para orquesta estrenada en Londres en 1920. Un año después de concebir dicha composición, escribió una pieza para piano solista llamada “Piano rag music”. Esta última estaba destinada a ser interpretada por el pianista polaco Arthur Rubinstein, sin embargo, su estrenó se le encargó finalmente al director de orquesta, clavecinista y pianista valenciano José Iturbi. Todos conocemos lo que es un ragtime y lo identificamos con su característico ritmo de marcha o sus melodías sincopadas, sin embargo, los tres ragtimes de Stravinsky mencionados anteriormente comparten una serie de características muy específicas que nos llevan a preguntarnos hasta qué punto podríamos considerarlos como jazz o ragtime.
Los tres ragtimes mencionados se componen en un periodo en el que Stravinsky no había recibido grandes influencias directas de la música jazz, siendo su principal acercamiento gracias a la figura del director Ernest Ansermet. Ansermet realizó una gira por Estados Unidos acompañando a los Ballets Rusos en 1916 e informó a Stravinsky acerca de la extraña música que copaba los cafés estadounidenses. No solo tuvo conversaciones con Stravinsky sobre el jazz estadounidense, sino que se trajo consigo numerosas partituras que cedió al compositor ruso para su posterior estudio. Cautivado por esta corriente musical, y enfatizando su condición de pianista, Stravinsky compuso esta serie de ragtimes sin tener una referencia directa de la sonoridad del jazz, sino que esta se cimentó en el análisis de las partituras que le llegaron gracias a Ansermet. Se incluyen en sus composiciones diferentes aspectos típicos del ragtime como lo son las breves introducciones melódicas o una instrumentación característica del dixieland que cede protagonismo al violín, el clarinete y el piano. Respecto a aspectos más técnicos, destaca la ampliación de las síncopas hasta alcanzar variaciones polirítmicas que dotan a sus piezas de una alta complejidad interpretativa y de una sensación de alboroto en pro de una mimetización con lo que Stravinsky comprendía como el carácter improvisado del jazz. Estas piezas compuestas durante la etapa primitivista de Stravinsky incorporan elementos de su época rusa, como el uso del ostinato, la bitonalidad y las armonías disonantes, amalgamándose así técnicas extraídas de sus análisis sobre partituras de jazz con las influencias de su rusia natal. Nos encontramos ante obras inspiradas por jazz, pero que no suenan a jazz, sino que demuestran el leve contacto de Stravinsky con la escena jazzística y su fuerte estilo personal e individual. Debido a ello, y a diferencia de compositores como Krenek o Weill que presumían de sus “operas jazz”, Stravinsky se refería a estas obras como retratos o instantáneas de esta corriente.
Tras estos primerizos contactos se produjo el que quizás sea el acercamiento de Stravinsky con el jazz más reconocido, el concierto para clarinete y pequeña orquesta de jazz Ebony Concerto. El concierto consta de un allegro, un andante y un moderato, siguiendo respectivamente una forma sonata clásica, un blues y un tema con variaciones. El Ebony Concerto, conocido popularmente como Concierto Negro o Concierto de Ébano, fue interpretado por primera vez el 25 de marzo de 1946 en el Carnegie Hall de Nueva York bajo la dirección de Walter Hendl e interpretado por First Herd, la banda de jazz liderada por el clarinetista estadounidense Woody Herman. A diferencia de los ragtimes anteriores, esta composición se inició en un momento en el que Stravinsky tuvo un mayor contacto directo con el mundo del jazz. Tras la Primera Guerra Mundial, el interés de Stravinsky por esta música continuó creciendo y comenzó a acercarse a la música de Harlem o Chicago gracias a su estancia en Estados Unidos. La historia de esta composición comienza con el trompetista y arreglista Neal Hefti, quien tuvo un encuentro con Stravinsky durante un viaje que desembocó en diferentes conversaciones que hicieron que el compositor ruso se interesase por su trabajo dentro de la orquesta de Woody Herman. Gracias a dicho encuentro, Stravinsky se pondría en contacto con Herman para comunicarle que deseaba escribir una pieza para ser interpretada por su orquesta, a lo que Herman accedió. Tal fue la implicación de Stravinsky en el proyecto que él mismo se encargó de dirigir los ensayos de la orquesta, aunque finalmente no pudiese ocupar dicho puesto durante su estreno en 1946. Pese a que Stravinsky contase con un mayor conocimiento en torno a la música jazz, no podemos clasificar el Ebony Concerto como una pieza de jazz, sino más bien como una obra para orquesta de jazz. Esta instrumentación incluyó en su elenco original a Jimmy Rowles al piano; Joe Mendragon al contrabajo; Don Lamon a la batería; Chuck Wayne a la guitarra; Sony Berman, Cappy Lewis, Conrad Gozz, Pete Candoli y Shorty Rogers a las trompetas; Bill Harris, Ralph Pfeffner y Ed Kiefer a los trombones; Sam Marowitz y John Laporta al saxo alto; Flip Phillips y Mickey Folus al saxo tenor; Sam Rubinwitch al saxo barítono y Woody Herman al clarinete. Se incluyeron a mayores dos instrumentos que se distancian de la instrumentación típica del jazz y que ocasionaron muchas complicaciones según afirmó Herman: el corno francés de John Cave y el harpa de Stanley Chaloupka. La inclusión de estos nuevos instrumentos no fue la única complicación que atravesó el estreno de esta obra, pues tanto Herman como diferentes intérpretes afirmaron que se trataba de una pieza de extrema complejidad y exigencia. Encontramos una referencia a ello en la película de animación española de 2010 Chico y Rita, cuando el protagonista intenta huir del escenario al encontrarse frente a la partitura de Ebony Concerto tras acceder a sustituir al pianista de la banda del propio Herman. Pese al contacto de Stravinsky con el jazz, el Ebony Concerto está impregnado del estilo personal de Stravinsky, alejándose de cualquier sonoridad típica del jazz, por lo que su éxito fue muy relativo.
Tras detenernos en estos ejemplos ¿podemos decir que Stravinsky compuso piezas de jazz? Lo cierto es que podemos afirmar que Stravinsky fue un compositor fascinado por la vida musical de su entorno y demostró un profundo interés por el jazz, sin embargo, sus obras no pueden categorizarse como jazz. Esto no significa que esta corriente musical no ejerciese un papel protagónico en varias de sus composiciones, pues se sirvió de características de esta música para integrarlas dentro de su propio estilo. Pese a ello, esta concepción que irradió a las composiciones de Stravinsky encerraba ciertas contradicciones, desde el uso de una gran orquesta del siglo XX para emular ritmos primitivos en La Consagración de la Primavera, hasta la composición de un concerto grosso para una orquesta de jazz con intérpretes propios de esta escena en su Ebony Concerto.