Texto: Alicia Población / Fotografías: Javier González & Kind of Studios
Ubicado en lo que era una centenaria cristalería cercana al Barrio de las Letras, un grupo de amigos decidió dotar a la capital de un lugar para relajarse al tiempo que se escuchaba música. En 2002 la revista de jazz americana DownBeat Magazine incluyó el Café Central como uno de los mejores lugares del mundo en el que escuchar jazz. El pasado jueves 4 de noviembre tuvo lugar en el local el tercero de los tres conciertos de The CUBintage, un proyecto basado en la música cubana con el estilo de los años 50 y 60. Inspirándose en su vida, Yuvisney Aguilar sacó en 2020 el disco “Guajiro-Warhero” por el que fue galardonado con la medalla de plata en el Global Music Awards 2021. La velada en el Central reunió muchos de los temas del álbum al son del piano, Harold Rey, el bajo, Iván Ruiz, las congas, Ángel Herrera, la flauta, Carlos Cano y el propio Yuvisney a la batería.
Guardarraya, el primer tema que tocaron, es como llamaban al sendero que de niño hacían él y su familia para ir a cultivar los campos. La música nos hizo sentir los pasos de los campesinos marchando a la faena, la cálida Cuba y el son más originario. Ángel Herrera, impasible a las congas, marcaba el paso seguido de Iván Ruiz, quien con su baby bass se fundía con los golpes de los parches de la percusión cubana. Las sonrisas de Yuvisney y el bajista iban bailando de uno a otro músico alternativamente. Rey, concentrado en sus teclas se movía en el asiento con ritmo mientras Cano seguía la melodía guiñándole el ojo. El público, animado entre limonadas y mojitos, levantaba el tono cada vez más, con lo que se dejaron escuchar algunas quejas por parte de los más melómanos.
Hacia la mitad del concierto Yuvisney invitó al escenario a Carlos Cippelletti, un joven pianista cuyo proyecto HYBRID/C acaba de ver la luz. Ante el dúo que tocaron con el tema Iya Mi ilé toda la sala se quedó en silencio. El originario sonido cubano seguí allí, pero envuelto en sonoridades más rebuscadas, más jazzísticas, sumidas en un intimísimo que dejaba a la audiencia con los ojos brillantes. Las dinámicas de Cippelletti eran extremas, cuando pensabas que el piano no podía bajar más nos sorprendía con lo casi imperceptible. Yuvisney le seguí de cerca, con sus gestos faciales particulares y los ojos muy abiertos. Estaban atentos el uno del otro, siguiéndose con la precisión del mecanismo de un reloj.
Tras los merecidísimos aplausos el resto de músicos volvieron al escenario para regresar a la raíz más pura con un solo de percusión en rumba cubana. No se sabía de dónde venían los golpes de uno y otro. Al tiempo, el saxofonista Román Feliú subió a acompañarlos. El músico formó parte del grupo Irakere desde 1997 hasta 2006. El ritmo volvió a sonar y los móviles empezaron a levantarse en el aire para guardar ese trocito de Cuba que estaba acogiendo el pequeño escenario del café. Feliú hinchaba su carrillo izquierdo con ímpetu, Ruiz bailaba en el diapasón con sus yemas y Harold Rey sobrevolaba las teclas con naturalidad, como si cada uno estuviera en casa, con los pies en su tierra, simplemente sintiendo la música que les llenaba. Era imposible no bailar y, con el danzón A orilla del río y la excusa de unas gotas de más de alcohol, algunos se levantaron a mover la cadera. Con Manteca se perdió el control, y el entusiasmo del público se escuchaba a coro con “goza” y “baila”, intervenciones que dictaba Yuvisney al ritmo de palmas en el estribillo.
Sin duda, la velada del tercer concierto de The CUBintage fue como viajar a un café cubano y sentir esa raíz que se esconde en la música y nos pone en común a todos nosotros.