Trombone Shorty, fiesta y memoria

Texto: Alicia Población / Fotografías: Julián Lona

El pasado 4 de Junio, la sala BUT de Madrid se llenó de un público que esperaba con ansias la actuación de su ídolo tras haber sacado su último disco.

Nacido como Troy Andrews, conocido por Trombone Shorty, ya a los cuatro años hacía su primera aparición en el Jazz Fest actuando con Bo Diddley. A los seis dirigía su propia banda de música, y en su adolescencia fue contratado por Lenny Kravitz para unirse a la banda que reunió para su Electric Church World Tour.

Desde el año 2010, el artista ha lanzado cinco álbumes de estudio que encabezan las listas, siendo el último de ellos Lifted (Blue Note Records – 2022). Ha compartido escenario con numerosos artistas, desde Jeff Beck hasta los Red Hot Chili Peppers. Hace algunos años fundaba la Trombone Shorty Foundation para apoyar la educación musical juvenil.

El escenario del pasado sábado se impregnaba de un humo artificial, teñido de luces, del que apareció toda la banda Orleans Avenue pocos minutos después de la hora oficial del concierto. Una sala llena hasta los topes estalló en los que sería los primeros gritos de júbilo. Al tiempo salió Troy Andrews, quien lo primero que nos regaló fue uno de sus virtuosísticos solos de trombón al que le siguió uno de su compañero BK Jackson al saxo.

Con los primeros saltos, los primeros brazos al aire y el ambiente caldeado, Dan Oestreicher, con su saxo barítono, construyó un solo desde las más profundas vibraciones hasta lo más alto llevando a toda la banda consigo y haciendo erizar la piel de intensidad. Tras las intervenciones, Shorty volvió a entrar a escena con todo su esplendor, haciendo corear al público las letras de temas como “It ain’t no use” o “No good time”. Hacia la mitad del concierto el ambiente se volvió más blue y el líder de la banda aprovechó para solear a dúo con el bajista Mike Bailey. En un principio las frases de ambos eran cortas y se intercambiaban rápidamente el protagonismo. Al término de las de Shorty el público estallaba en vítores y se perdían las notas del bajo. Consciente de esto, el trombonista dejó espacio a su compañero y este aprovechó para marcarse un solo digno de recordar que revivió al público elevándolo a un nivel más alto.

Las intervenciones de Shorty con la trompeta merecen especial atención. El músico alcanzó en los solos tesituras impensables en el instrumento sin bajar la energía en ningún momento, algo que se logró también durante las casi dos horas que duró el concierto. Mención especial a las coristas Nell Simmons y Tracci Lee quienes lo dieron todo sacando el soul más auténtico en sus voces.

Como dato más a saber del músico principal de la banda, hay que señalar que Shorty decidió en 2017 hacerse cargo de un estudio de grabación en el Lower Garden District después del lanzamiento de su álbum Parking Lot Symphony. A partir de ese momento se dedicó a convertir el estudio en un laboratorio sónico de marcha libre, un lugar donde él y sus colegas de profesión, ya amigos, pudieran impulsar su creatividad sin restricciones artísticas o comerciales. “Tener mi propio estudio significaba que la banda y yo podíamos capturar cosas en el momento en que nos sintiéramos inspirados”, decía Shorty en una entrevista. “Significaba que podíamos arriesgarnos y experimentar. Podría llamar a los muchachos con una idea en medio de la noche y me dirían: ‘¡Nos vemos allí en una hora!'”.

Esa sensación de emoción y liberación de la que hablaba el artista a colación del estudio es la que nos hizo sentir el pasado 4 de junio en cada uno de los poros de la piel. Toda la energía de la banda se reflejó en un público conmocionado que se entregaba a la fiesta y al mismo tiempo era capaz de escuchar toda la historia y la memoria de la música que sonaba en el escenario. Una música enraizada en las historias de vida de cada músico que, sin duda, tocó la fibra de quienes disfrutamos de un concierto inolvidable.

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