Texto: Miguel García Urbani / Fotografías cortesía de Altercat Records
El sello berlines AlterCat Records reedita una joya de las fusiones y la asimilación de estilos que comenzó a brillar en 1976, en Buenos Aires, cuando el contrabajista Jorge López Ruiz se puso al frente de una realización que pone a dialogar el candombe con el jazz y el funk, y la baguala argentina con un bucólico y sensual ambiente de club nocturno. Todo esto, mientras lo peor de la historia argentina estaba por comenzar.
La sangre y el miedo se estaban cociendo en un caldero que se llevaría más de 30 mil vidas; la dictadura cívico militar afilaba su guadaña para dar el golpe de Estado más feroz del siglo XX. El cielo gris de Buenos Aires era una losa mortuoria que pronto caería sobre todos los estratos de la sociedad y a todo lo largo y ancho de un país inmenso que ya nunca más volvería a ser el mismo. La bestia fue soltada del inframundo militar, eclesiástico y ganadero argentino el 24 de marzo de 1976. Pusieron un dictador en el poder: Jorge Rafael Videla.
La represión, el asesinato y las desapariciones estaban en las calles. Sin embargo, en un pequeño apartamento de Buenos Aires, Jorge López Ruiz, compositor y contrabajista; Carlos “Pocho” Lapouble, batería, y el pianista chileno Matías Pizarro, huido de Santiago para salvarse de la asesina dictadura de Augusto Pinochet -jóvenes de pelo largo y aspecto sospechoso para los grupos de inteligencia miliar-, estaban recreando y oxigenando los géneros populares rioplatenses en mixturas con el jazz y otras imaginaciones prodigiosas.
Como siempre sucede, en los intersticios del horror el arte crece y acaba por salvarnos. Brota en lugares increíbles, como ese disco que se estaba gestando en un ambiente imposible. Allí asomaron las composiciones de Viejas Raíces, De las Colonias del Río de la Plata, un mirador hacia una porción del cielo desde lo profundo de las mixturas, la experimentación y las tradiciones.
El disco se grabó en Buenos Aires entre septiembre y octubre de 1976. Sumó la voz de la muy joven Alejandra Martín y la cuerda de percusión estuvo a cargo de José María Loriente y el “Nene” Giménez. El resultado de los ocho temas registrados para el sello Trova es un prodigio de libertad en una época de obscuridad y represión.
El candombe sale en la foto
El jazz y el funk decían lo que las palabras debían callar. Viejas Raíces, de las Colonias del Río de la Plata no solo habla con influencias negras y criollas -a través del jazz y el paladar roquero de los músicos que estuvieron al frente del proyecto- sino, fundamentalmente, de esa otra negritud que ya empezaba a salir de los barrios humildes y a subirse a los principales escenarios: el candombe.
Chico, repique y piano, esas tres lonjas de percusión a pura mano sangrante y baqueta, le dan el latido siempre cambiante al espíritu del candombe, que es música, pero que sobre todas las cosas es un ritual. Un rito negro metido en el corazón de Buenos Aires y Montevideo que pulsa extático en la celebración, en la invocación divina, y también en llanto.
El contrabajo de Jorge López Ruiz, en cinco de los ochos temas del disco, se pone al frente para decir con tono de bordona de donde es que sale esa música que hoy podemos disfrutar nuevamente, gracias a la reedición del disco publicada hace pocos días por el sello AlterCat Records.
Una música sin nombre
La experiencia musical va de las fortalezas de López Ruiz, pasando luego por las sutilezas del piano de Matías Pizarro, todo sostenido por el genio de Pocho Lapouble, que hace su trabajo geométrico con la batería, para organizar en capítulos ese desbordante sonido que nadie entonces sabía muy bien como nombrar.
Sin ser mentado estaba allí, sobre el escenario, con una susurrante y sensual cantante que no hacía más (ni menos) que llevar a su voz lo que dictaban las brumas de una fusión que se estaba estrenando formalmente.
Viejas Raíces De las colonias Del Río de la Plata se representó en vivo en el Teatro Coliseo de Buenos Aires el viernes 22 de abril de 1977 y causó en los críticos una mezcla de aceptación y desconcierto. Miguel Grinberg lo refleja en su reseña publicada pocos días después del estreno en el diario La Opinión, en donde pidió mayor lucimiento individual de los músicos y se refirió con algo de sorna a la cantante, quien, según él, se limitó a “tarareos y movimientos sensuales como si estuviera en una boite”.
Al encuentro del jazz
Hay en este disco, que sigue dando que hablar casi medio siglo después de su grabación, una clave sudamericana, rioplatense, para comprender los sonidos de la época, matizados con buenas razones de ritmos folclóricos del norte argentino, como la baguala, que se muestra con expresividad en el tema “Eterna presencia”.
Claro que la baguala y el jazz no se conocían entre sí, y muy poco habían charlado el candombe y el jazz; mucho menos aún un aire de chacarera que anda disuelto por allí con el funk. Sin embargo, a oídos de hoy, el resultado es natural y absolutamente deseable.
Jorge López Ruiz vuelca aquí una experiencia sensible que construyó durante años. Fue parte de conciertos, grabaciones y jam sessions con los mejores músicos de jazz de su tiempo, no solo de Argentina, como los hermanos Barbieri, Horacio “Chivo” Borraro, Sergio Mihanovich (autor de “sometime ago”, grabado por Bill Evans), los hermanos Casalla y Enrique “Mono” Villegas; e incluso con muchas glorias jazzísticas del resto del mundo como Dizzy Gillespie (con quien compartió escenario en el Rendez-Vous Porteño, en 1956), también con Lionel Hampton y Buddy De Franco.
Sandro y López Ruiz
Hay que mencionar especialmente dos momentos trascendentes y muy disímiles en la historia musical de Jorge López Ruiz: la cercanía con el inmortal compositor y pianista Lalo Schifrin, quien literalmente le enseñó los secretos que todo gran arreglador debe conocer, y luego la dirección musical que hizo para films, discos y conciertos del popularísimo cantante Sandro.
Este capítulo en su vida artística (1967-1970) le acarreó muy malas críticas en el exclusivísimo mundo del jazz, pero pasado algo más de medio siglo de aquel debate entre exquisitos y populares, las baladas y canciones de rock cantadas por Sandro son rescatadas hoy como verdaderas reliquias devocionales por las nuevas generaciones, canciones que aún están en el día a día de cada latinoamericano.
Recomendamos desandar surco a surco los ochos temas de Viejas Raíces De las colonias del Río de la Plata, no solo porque la porción de cielo que vio López Ruiz en aquel infierno de 1976 es cada vez más brillante, sino, fundamentalmente, porque es posible comprender como el jazz puede hacernos marcar el tempo e imaginar con dosis de cualquier tipo música.
Puedes escuchar y conseguir una copia en digital o en vinilo pinchando este enlace
1 comentario en «Viejas Raíces, de las colonias del Río de la Plata: cuando el jazz dice lo que las palabras no pueden»
Maravilloso artículo. Gracias