Zenet: «El jazz es un lenguaje universal que me permite unir puntos de referencia musicales muy distantes»

©Agustín Escamez
©Agustín Escamez

Texto & entrevista: Gilberto Márquez / Fotografías: Agustín Escamez

Antonio Manuel Mellado Escalona, más conocido artísticamente por el apellido de origen bereber de su abuela materna, Zenet, comenzó su trayectoria dentro del espectáculo con la interpretación. Pero dice que, cuando descubrió que con la música podía ser su propio jefe, el cine y el teatro quedaron en un segundo plano. En su propuesta musical le acompañan habitualmente experimentados instrumentistas y suele trabajar codo con codo con el guitarrista y compositor José Taboada y el letrista Javier Laguna. Por eso, no es de extrañar que el malagueño utilice la segunda persona del plural para hablar de su propuesta musical. También destaca por ser una mente inquieta, de la que brotan constantemente nuevas ideas, como podrán comprobar en esta conversación que mantuvo para Más Jazz Magazine.

Además de músico, eres un actor de reconocido prestigio. El escenario es tu espacio natural. ¿Cómo se lleva no poder pisarlo con la asiduidad deseada como está ocurriendo en estos últimos meses?

Todos en este país hemos ido pensando que esta historia se iba a acabar pronto, que se trataba de pasar tres meses de confinamiento, luego pasar el verano, después el otoño… Y nos damos cuenta de que esto no se termina nunca. Yo lo he ido salvando más o menos bien, con formaciones pequeñas a lo largo del verano. Hemos estado en festivales interesantes, sobre todo, teniendo en cuenta de que se podía estar a cielo abierto. Esto me ha permitido estar en espacios culturales y lugares al aire libre muy bonitos. Lo que pasa es que luego fue llegando el otoño y tuvimos que reconvertirnos. Y lo que no nos esperábamos era que estuviéramos aplazando actuaciones ahora. He aplazado cuatro entre la Navidad y principios de 2021. En los últimos días de enero tuve que aplazar Badajoz, Las Palmas de Gran Canaria… Así que, bueno, estamos reconstruyendo la agenda.

Casi todos tus discos son distinguidos con algún galardón. ¿Cuál es el secreto para conseguir estos logros operando desde una discográfica independiente?

El hecho de trabajar con una discográfica independiente como es El Volcán hace que miremos un poco hacia otro sector de la industria, el independiente. Por eso, algunos de los premios que tienen nuestros discos vienen también de ese sector, donde se premia la producción propia, la coherencia del proyecto, etc. Es verdad que desde este ámbito en el que nos movemos hemos tenido siempre muchísimo apoyo, aunque sea un ámbito más difícil que el de, digamos, la primera división, en el sentido de que actuamos más como “Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como”. Algunos de esos proyectos los hemos hecho con crowdfunding, por ejemplo. Otros están hechos con mucha artesanía y algún que otro adelanto por parte de nuestra editorial o algún que otro préstamo que hemos pedido al banco. Es decir, todo se hace mucho más difícil, pero, luego, es muy bonito tener ese reconocimiento. Yo siempre lo he visto con la sensación de pensar: «si nos dan un premio, no estaremos tan locos, ¿no? No estará tan mal lo que estamos haciendo». Nosotros hacemos el tipo de música que nos gusta, sin esperar que nos vayan a dar nada, pero, si luego llega un reconocimiento, pues encantado de la vida.

Tu último trabajo de estudio, La Guapería (El Volcán, 2019), -mejor disco extranjero para el Instituto Cubano de la Música-, obtenía el Premio MIN como mejor disco de jazz en 2020. Es el segundo, ya que también lo consiguió el anterior, Si sucede, conviene (El Volcán, 2016) en 2017…  

Tienes que pensar a qué categorías te vas a presentar y siempre me ha dado un poco de reparo presentarnos en la categoría de jazz. Bien es verdad que nosotros utilizamos el lenguaje del jazz. Imagínate, teniendo en nuestra banda a personajes como Manuel Machado a la trompeta, Pepe Rivero al piano, Yelsi Heredia al contrabajo, evidentemente, el jazz se convierte en el lenguaje principal, en la alfombra sobre la que desplegamos todos nuestros arreglos y géneros. Lo que ocurre es que, como no es puro jazz, o yo no lo entiendo así, sino que utilizamos el jazz como medio para llegar a un fin, pues siento un poco de reparo.

Aunque también ocurre algo muy curioso, porque hay otros discos que yo considero que tienen mucho más del lenguaje del jazz que estos dos, como La menor explicación (El Volcán, 2012), que fue especialmente pensado desde el sonido del swing más antiguo, desde la madera; igualmente el violín, digamos, que recordara a Grapelli, y pensando en Nueva Orleans, con algunos solos de Machado que recordaban, por ejemplo, a Chet Baker en algunas baladas. Este disco sí que fue pretendidamente realizado con una sonoridad oscura, llena de humo, más cercana al club y, curiosamente, no nos dieron el premio al mejor disco de jazz (risas). Aunque también te digo que es difícil catalogarnos. A mí me ha pasado muchas veces, que he ido a unos grandes almacenes y, por curiosidad, acercarme al departamento de música y, de pronto, ver que nos tenían en “pop español” junto a Raphael, por ejemplo. Yo me río con estas cosas… También me han puesto al lado de Coque Malla y le he mandado una foto diciéndole que nos tenían puestos en el mismo cajón… (más risas). Yo creo que esto forma parte de lo inclasificables que resultan algunos sonidos.

En La Guapería revisas varios boleros popularizados por Bola de Nieve, Olga Guillot o Pablo Milanés. ¿Qué has encontrado en América que te atrae tanto?

Por un lado, me parece muy interesante recuperar el idioma. Es verdad que el jazz, para los que nos gusta el género, siempre tiene color azul y está cantado en inglés. Porque, como no podía ser de otra manera, este género se inventó y arrancó así. Lo que pasa es que hay un momento de fusión en la historia de la música que a mí me interesa muchísimo, que es el filin cubano. Y es donde otras músicas del mundo se dejan influenciar por el jazz y te das cuenta de cómo un género tan dúctil como el bolero empieza a enriquecerse con acordes y armonías jazzísticas. A mí me interesan mucho esos puntos de unión de la música. Ese mestizaje hacia la música más flexible la saca de su parte más abstracta, la hace mucho más entendible al oído. Eso es lo que pasaba en los años 50 con el filin en Cuba: grandes bandas norteamericanas se juntan con las grandes bandas de Cuba, con Tito Puente, con todos estos “locos”, y empiezan a crear una serie de melodías y armonías maravillosas. Estábamos hablando del bolero, pero la que lía Tito Puente con una orquesta, metiendo percusión afrocubana y haciendo lo que sería el origen del latin jazz es fantástico… Es lo que yo ahora descubro cuando me siento un rato a improvisar con Pepe Rivero, que lo lleva en la sangre, un virtuoso pianista cubano que ya tiene asumido generacionalmente todo el jazz latino.

En tu música hay una estrecha relación entre clasicismo y modernidad. En la actualidad, para el desarrollo de cualquier proyecto artístico es necesario tener una presencia activa en las redes sociales. ¿Qué importancia le das a éstas en tus estrategias de promoción?

Para mí es crucial, porque ten en cuenta que yo, al no estar con una multinacional, no tengo acceso a los mass media. De tal forma que hemos sabido aprovechar estas herramientas, porque era fundamental que nuestra parroquia supiera de todos nuestros pasos sin tener que acudir a un telediario o a El País Semanal. De todas maneras, tenemos un público muy curioso. Tras los estudios que hacemos de seguidores, nos damos cuenta de que tenemos un público que abarca transversalmente distintas categorías de música y que, por otro lado, abarca también distintas generaciones. Tenemos desde el típico cliente asiduo a la música grabada en un soporte físico y a gente que es muy joven y solamente se baja una canción. Entonces, hemos sabido estar muy atentos a ambos públicos, guardamos un buen equilibrio. Yo, por ejemplo, llevo personalmente Instagram, porque me gusta la fotografía y porque estoy un poquito al día con esto, pero para el resto de redes sociales tenemos en nuestra oficina un community manager que se encarga, no sólo conmigo, sino con otros artistas del sello, de la comunicación. Esto para nosotros es fundamental.

¿En qué punto se encuentra tu investigación sobre las drogas y la historia de la música? ¿Qué quieres demostrar con ella?

¡Ah! ¡Gracias por preguntar! Está entregada. Ya tengo el aprobado, con notable y, vamos, hace unos días me llegó el título, el certificado oficial por el cual ya se puede decir que soy terapeuta. Ahora lo que voy a hacer son unas correcciones porque me gustaría hacer una edición en papel, ya que hay ciertas personas interesadas en su contenido. Es el trabajo final de un máster como terapeuta para las drogodependencias que lleva por título Música y drogas, la solución y el problema. Trata del vínculo entre la música y la droga desde la música sagrada de la Grecia antigua hasta nuestros días. La idea se basa en un principio muy antiguo de la Medicina y con la que quiero demostrar “que lo mismo que te cura, te puede matar”. Por tanto, la música tiene un gran poder terapéutico, de ahí que tenga interés ahora en cursar un nuevo postgrado, en Musicoterapia probablemente. También está clarísimo que la música te puede llevar a lugares sin salida. Hay generaciones enteras que han pensado que la droga les iba a dar una gran inspiración, cuando en realidad les han llevado al puro infierno. Así que la música tiene dos caras. Sobre todo, teniendo en cuenta que hay cerebros que son más proclives o más frágiles a la adicción, que es un poco lo que he tratado aquí, una gran parte de Psicobiología y el estudio del cerebro en su relación con la música y cómo reacciona con las drogas.

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Porque las drogas, más que estimular la creación, como se ha creído, puede más bien destruir carreras…

Sí, hay un mito. Y esto no lo digo yo. Lo dicen muchísimos artistas. Por ejemplo, Miles Davis dijo, después de haber conseguido dejar la heroína tras tres intentos, que tocaba más claro, más transparente que nunca. De hecho, ese mismo adjetivo, “clear”, se utiliza mucho cuando se dejan las drogas. La claridad, la transparencia con la que mentalmente ve uno toda la música llega a asustar, porque hasta ese momento toda la creación se ha visto a través de un velo. Y cuando te despojas de ese velo, la sensación es realmente maravillosa. Muchos artistas han pasado por esa suerte de liberación. El escritor norteamericano Raymond Carver también lo decía: «mientras que antes, en cuatro años sólo podía escribir media novela y beberme litros de whisky al día, ahora, en mi época de sobriedad, en un sólo año, he escrito dos libros». Es que incluso la capacidad de trabajo es mucho mayor. Puede darse la casualidad de que un día hagas algo bueno, pero no todos los días de tu vida.

¿En qué otros proyectos futuros estás trabajando?

Acabamos de terminar “Zenetianos”, mi proyecto de duetos con la grabación con Marwán. Antes han colaborado cantando mis temas Vanesa Martín, Silvia Pérez Cruz, Javier Ruibal, Coque Malla, Pasión Vega… muchos. A partir de marzo empezaré a lanzar un single cada semana, más o menos, hasta colgar en Spotify el disco completo. Aunque no descartamos la idea de editarlo en vinilo.

Por otra parte, está la poesía cantada, otro proyecto que siempre va conmigo y que ahora quiero presentar al Instituto Cervantes. Básicamente es un recital, una forma contemporánea de abordar la poesía con un método de improvisación artística que se llama Extractor de espectros, homologado por el cantante lírico Pedro Barrientos. Esta forma de crear es la que nos sirve para cantar poesía y hacer una serie de improvisaciones. Lo que también hace Pedro es sintetizar voces y las pone como fondo sonoro sobre el cuál nosotros recitamos.

Y me quiero dedicar ya al siguiente disco, que lo llevo preparando desde hace tiempo y requiere mucha elaboración. Estará basado en poetas vivos, quiero hacer una canción con cada poeta para recuperarlos. Hasta ahora he elegido 12 y me gustaría ver alguno más. Es todo un proceso detectivesco y de investigación porque algunos ya habían dejado de editar. Por ejemplo, Juan Miguel González, que había hecho letras a Tabletom, estaba fuera de la circulación y me ha costado localizarlo… Pero vamos, esto requiere todavía un añito. Así que, bueno, poco a poco.

También eres pintor. ¿Cuándo tendremos una portada de un álbum de Zenet creada por ti?

Bueno, pues quizá el momento sea el disco que viene. Precisamente ahora estoy enmarcando dos bloques de 11 cuadros cada uno. En cuanto me los terminen, seguramente buscaré un sitio, porque, si voy a estrenar Zenetianos en la Gran Vía de Madrid, me gustaría que la sala de exposiciones estuviera cerca también de donde voy a estrenar.

Detrás de tus canciones hay mucho de búsqueda y de mezcla de géneros, fruto de un interés por la exploración de nuevos sonidos. Pero siempre hay algo presente: el jazz. ¿Qué significa para ti el jazz?

Siempre lo he dicho: el jazz es como una especie de aceite de oliva, que se agrega a cualquier ensalada y sirve de, digamos, unión de todos los elementos de esa ensalada. De alguna manera, es un elemento que fusiona, es un colector. Sobre todo, para mí, el jazz es un lenguaje universal que me permite unir puntos de referencia musicales muy distantes.

 

Para más información sobre Zenet, pueden visitar su página web oficial.

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